El colegio Mirandilla siempre ha tenido una especial relación con mi familia puesto que mi abuelo Francisco Devesa Morales, fue profesor de allí. Querido, recordado y respetado muchos años después de su etapa de docente, su perfil no era al que desgraciadamente respondía la media de la época. Jamás pegó, humilló o vejó a nadie. Por eso cerca de cuatro décadas después de su muerte se le sigue recordando con cariño y admiración. Por su clase pasaron conocidos gaditanos como el autor Antonio Martín, Eduardo Bablé, el futbolista del Cádiz Juanito Mariana que ficharía con el tiempo por el FC Barcelona o el carnavalero Salvi González entre otros muchos. Mi abuelo fue incluso autor de agrupaciones que luego cantaron en el Teatro Falla como fue el caso de «Fantasía Juvenil» en 1970 actuando después del coro de Paco Alba «Los huertanos» y creó un concurso de pasos en miniatura que llegó a llevar su nombre.
Francisco Devesa era inquieto por naturaleza al punto de que cuando tras el golpe de estado de 1936 es llamado a filas incorporándose al Regimiento de Infantería núm. 7 comienza a organizar obras de teatro y hasta un coro sacro que da mucho que hablar. Como anécdota cuenta mi padre que una vez le encargaron un mapa mundi en el colegio «con un montón de lucecitas pequeñas» que gustó tanto que terminaron llevándoselo a Madrid. Francisco se convierte en uno de los organizadores de la Cabalgata de Reyes de la Mirandilla: «A mi hermano Antonio lo pintaron de negro la cara y luego no había manera de quitarle la pintura. Con petróleo llegaron a quitárselo» cuenta mi padre con la nostalgia dibujada en sus húmedos ojos. En el transcurso de los años, mi abuelo se convierte en director artístico del teatro del colegio confeccionando la decoración y algunas obras. De hecho recuerdo verlo de apuntador medio escondido en una especie de caja de madera bajo el escenario soplando el texto de la obra a los actores. Fue el autor del himno al Cristo de la Mirandilla y organista de todos los actos que tenían lugar en el colegio. Su polifacetismo y ganas de hacer cosas lo llevan a fundar una de las hermandades más queridas de la ciudad: Oración en el Huerto. Su nombre llegó a estar en la cabeza de Teófila Martínez para incluirlo en el callejero de la ciudad. Pero entiendo que la decisión tomó el camino que toman muchos proyectos en Cádiz: el del viento del Levante que al final termina llevándoselos por delante.
Debajo de la apariencia del hombre serio y comprometido que fue Francisco Devesa, se encontraba mi abuelo: un contador de historias incansable con un enorme sentido del humor que salía a relucir cada vez que hablaba con sus nietos: «Manolillo ¿tú sabes cómo meten los caracoles dentro?» me decía ante mi estupefacta cara mientras intentaba encontrarle una explicación. Amable, discreto y solidario, llegó a organizar fiestas y concursos para recaudar dinero para los más necesitados. Sin estar a su altura ni mucho menos, creo que sus múltiples facetas las repartió entre sus nietos e hijos. Todos de alguna manera hemos heredado la inquietud, que estoy seguro, se encargó de transmitirnos a cada uno de nosotros.
Sin embargo y al margen de quien fue mi abuelo, hoy he querido indagar un poco sobre aquel día en que el colegio del barrio de Santa María «La Salle-Mirandilla» decidía abrir sus puertas al público. Desde luego no sabían los problemas a los que se enfrentarían a lo largo los años: incendios, saqueos, profanación de imágenes, destrucción de archivos y enseres de enseñanza, etc… Pero su entrega y pasión por la enseñanza les hará superar con crecer todos estos capítulos.
Para llegar al día de su apertura tenemos que retroceder hasta el 26 de febrero de 1878, día en el que los Hermanos Jubinius, Ithamares de Jesús, Ivergile, Joseph y Gioachino de María llegan a Madrid. Su fama educativa les precede y se extiende por todo el país. Es por eso que las peticiones para abrir más colegios en el resto de España se suceden de manera casi continua. Cádiz tendrá que esperar poco más de un año para ver llegar a los Hermanos de las Escuelas Cristianas al Convento de Santo Domingo donde se instalan. Sin embargo será por poco tiempo ya que pronto los Dominicos tomarán posesión de su antiguo Convento dejando a los Hermanos de la Salle con solo dos clases sobre todo para no dejar el Barrio de Santa María sin escuela. Además de otras dos en la Parroquia de Santa Cruz para los Seises de la Catedral.
El casco antiguo está más o menos controlado pero en extramuros hay un grave problema de escolarización por lo que el Obispo José María Rancés, el Padre Añeto y el Canónigo D. Felix Soto y Mancera ofrecen a los Hermanos una Escuela a espaldas de la Parroquia de San José, que bajo ese mismo nombre se inaugurará el 1 de noviembre de 1893.
Así llegamos al lunes 25 de marzo de 1895. Aquel día el colegio construido gracias a los señores Moreno de Mora, que adquirió los terrenos y los hermanos de la Salle, se inaugura con el objetivo de acoger a los niños más necesitados de Santa María. Como toda inauguración, y más tratándose de un centro como éste, un obispo se encargó de bendecirlo: el obispo Vicente Calvo y Valero. En la inauguración Moreno de Mora entrega las llaves del colegio con una frase que quedará para la posteridad: «Hermano Domingo José, ahí van las llaves de la casa. De ahora en adelante sólo se hará lo que usted mande«. Un apretón de manos sellaba el acto.
Unos días después, el 1 de abril concretamente, dan comienzo las clases con un enorme éxito acogiendo a los 250 primeros alumnos. La demanda de plazas del colegio es tal que solo unos meses después hay que ampliarlas a 450. Como consecuencia, a los cuatro hermanos que estaban al frente al principio tienen que unirse tres más. Por cierto, que hay algo que me ha llamado bastante la atención sobre el colegio y no sé si lo sabían: «La Mirandilla» fue pionero en el horario de las clases ya que de las seis habituales horas ininterrumpidas de entonces, el colegio pasó a tres por la mañana y tres por la tarde. Es más, la comunidad de hermanos ¡tenía clases nocturnas para los adultos que durante el día trabajaban!
Hoy, tras más de un siglo después en Cádiz, queremos dedicar un merecidísimo homenaje al Instituto La Salle y un profundo agradecimiento por la labor que han prestado y siguen prestando a tantos y tantos gaditanos.
@ManoloDevesa / Artículo basado en una información de LaSalleCádiz




