Los últimos días de Kichi

José María González vive su última semana como alcalde de Cádiz antes de que Bruno García recoja su testigo el próximo sábado 17 de junio. Ya ha llovido desde que aquel ilusionado Kichi mostrase su bastón de mando al pueblo gaditano desde el balcón del Ayuntamiento. Aquel sábado 13 de junio de 2015 los gaditanos acudían en masa a la plaza de San Juan de Dios para ser testigos de un momento absolutamente histórico y despedir de manera mezquina (que todo hay que decirlo) a su anterior alcaldesa. Tras veinte años de mandato no solo Teófila Martínez dejaba de ser la alcaldesa de la ciudad si no que quien ocupaba su lugar era alguien virgen políticamente hablando. Alguien perteneciente a un partido que iba floreciendo en medio de un clima totalmente crispado provocado sobre todo por la proliferación de casos (aislados decían) de corrupción, y del que hasta entonces solo se sabía que había sido uno de los componentes de la comparsa de Jesús Bienvenido, que era profesor de Historia y que en los últimos años se había convertido en liberado del sindicato Ustea.

Aquel sábado había muchas esperanzas puestas en José María González probablemente por la decepción general que había en torno a la política tradicional. Kichi venía con ganas de cambiar las cosas y por eso los gaditanos lo recibieron con los brazos abiertos. Ocho años después muchos de esos gaditanos han pedido claramente un cambio de rumbo cuando han visto que con sus aciertos y sus errores el discurso novedoso y lleno de esperanza con el que González irrumpía en el Ayuntamiento se diluía cada día un poco más. Es cierto que nada más entrar, el gobierno de González se encontró con una deuda de más de 200 millones que tuvieron que disminuir a costa de drásticos recortes en la inversión de la ciudad teniendo que tomar decisiones del todo impopulares. Pasar de una época de bonanza económica a la más pulcra austeridad tuvo que ser complicado.

No atisbo a entender qué ocurrió a partir de la segunda legislatura para que el abandono de la ciudad fuese cada vez más evidente. Para que la organización en las fiestas de la ciudad brillara por su ausencia, para que la proliferación de pisos turísticos agravase el problema de la vivienda en Cádiz o para que la falta de limpieza en las calles y el mantenimiento de la ciudad en general se convirtiera en la principal queja de muchos ciudadanos. Fue después del confinamiento cuando comenzó un camino sin vuelta hacia el desencanto. Kichi, al que se le comienza a notar un cierto desgaste acumula una serie de errores o decisiones no acertadas, algunas de ellas circunstanciales, que lo condenan prácticamente a mitad de la segunda legislatura. No sé si es que veíamos a otras ciudades o la propia provincia avanzar poco a poco mientras la capital se estancaba o comprobábamos que pese a las numerosas quejas de cada vez más ciudadanos sobre el estado de la ciudad, en el equipo de Gobierno no había ni un mísero intento de autocrítica. Las formas en las que se llevó a cabo la elección del nuevo nombre del Estadio no lo beneficiaron como tampoco lo hicieron los constantes cambios de nombres de calles y plazas. Claro que había que llevarlas a cabo por la Ley de Memoria Histórica pero si se hace en una ciudad que siente que no se la cuida, lo que el ciudadano percibe es que la ideología se antepone a la propia ciudad.

Aun así y pese a que proyectos tan demandados y prometidos como el Pabellón Portillo o el Teatro del Parque siguen sin terminarse o que la revolución en el transporte público nunca llegó, no todo en estos ocho años ha tenido que ser malo. Kichi nos deja por ejemplo la obtención del Sail GP o el Congreso de la Lengua que tanta aceptación ha tenido en la ciudad, la peatonalización de una parte del Paseo Marítimo que la hace más amable y transitable, la apertura de La Casa del Carnaval con sus pros y sus contras o la justa exhumación de victimas del Golpe de Estado del 36. Presume el todavía alcalde de ser el segundo Ayuntamiento que más invierte en ayudas sociales. Eso tiene doble lectura desde luego… Pero además Kichi nos deja el mayor detector de intolerancia y homofobia de todos los tiempos a través de los diferentes cambios de bandera que han tenido lugar durante estos años en la plaza de Sevilla. ¿Por qué tiene que poner el pendón de Cádiz o la bandera de Andalucía si estamos en España? decían muchos. Como si esas banderas perteneciesen a Burkina Faso, claro. ¿Por qué ponen la bandera del Orgullo como si todos los gaditanos fuésemos maricones? Decían callando cuando ponían la del Cádiz CF como si todos los gaditanos fuesen cadistas y dando alas a una más que evidente homofobia.

Este sábado Bruno García recogerá el bastón de mando de manos de José María González con el peso de las expectativas que hay puestas en él después de estos últimos ocho años. Con la Junta de Andalucía y la Autoridad Portuaria a su favor y con unos datos que sitúan al PP como el vencedor de las próximas elecciones generales, es de esperar que Bruno haga que la ciudad avance de nuevo. No habrá excusas desde luego si no lo hace.

@ManoloDevesa

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