La ciudad Invisible

La inexplicable decisión del Ayuntamiento de Cádiz de no adornar la ciudad con motivo de su carnaval me ha llevado a echar la vista nostálgicamente atrás y recordar aquellos tiempos en los que las calles y plazas se ponían a tono con la ciudad con espectaculares exornos y luces de colores. De las imágenes que más recuerdo me quedo por ejemplo con las Puertas de Tierra que daban la entrada al carnaval. Recuerdo traspasarlas para visitar el casco antiguo sintiendo que efectivamente la ciudad se transformaba. De pequeño las tres enormes figuras apoyadas en el torreón me dejaban embobado. Más tarde un antifaz, una sonrisa y unas luces de bienvenida al interior de la ciudad. Eso yo, claro. Mis padres me cuentan auténticas maravillas como aquel enorme Sopa que pusieron en San Juan de Dios durante las Fiestas Típicas de 1967 y mis abuelos seguro que disfrutaron de aquellas obras de arte que Antonio Accame hacía en los carnavales anteriores a la guerra. Todo eso supera al carnaval de hoy. Es triste pero es así. Si Cádiz se preparaba por entonces para recibir a los miles de visitantes que venían dispuestos a divertirse con sus mejores galas, hoy lo hace con un simple chándal por muy cómodo que eso sea.

En pleno 2023 y tras dos años sin carnaval en febrero, nos encontramos este año con calles no ya sin una mísera bombilla sino sin el más mínimo motivo carnavalero. Cuando escucho hablar de los artesanos que tiene nuestro carnaval y que tan bien hacen su trabajo siempre pienso lo bonito que sería encargarles cada año diferentes figuras y motivos carnavaleros y repartirlos por la ciudad. Imaginen por ejemplo en San Juan de Dios la enorme figura de un tipo de alguna agrupación. ¿Se imaginan ver al Capitán Veneno, al Pirata de Martínez Ares o una gigantesca momia de juguete? Cada figura con su explicación pertinente. No solo los visitantes iban a saber quién es Paco Alba, Fletilla o El Tío de la Tiza. Nuestros propios jóvenes descubrirían la historia de nuestra fiesta grande. Un enorme plumero en la plaza del Palillero, una ristra de caretas en la calle Ancha o San Juan de Dios, un gigantesco antifaz en algún rinconcito de la Catedral, un enorme cartel en las Puertas de Tierra para dar la bienvenida al visitante y otros tantos motivos carnavalescos a lo largo y ancho de la Avenida por donde pasará la Cabalgata. En definitiva engalanar Cádiz para su fiesta más grande. Aquella de la que presumimos diciendo que es de interés turístico internacional.

No es entendible que pasear en febrero por una ciudad con una fiesta tan conocida como la nuestra sea lo mismo que hacerlo un mes de marzo o mayo. Cualquier fiesta en cualquier ciudad o pueblecito se surten de luces y motivos acordes a la celebración. No sé si me da más rabia y tristeza el desinterés de los responsables de todo esto o comprobar de nuevo el enfermizo conformismo de los gaditanos. Es que estoy seguro que cuando Cádiz sea del todo insignificante todavía habrá quien lo defienda diciendo que se está mejor así. Me temo que el tema de las luces en Cádiz es un reflejo de una realidad que nos cuenta asumir. La de una ciudad que se va apagando cada día un poquito más. Lo mismo Martinez Ares nos ha querido decir algo más con el sugerente título de su comparsa y Cádiz está predestinada a ser la ciudad invisible.

@ManoloDevesa / Fotos: Diario de Cádiz, La Voz de Cádiz, Calle Ancha.

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