No sé si para quedarse pero la mayoría absoluta ha vuelto a la política tras años fragmentada. Así lo han decidido más de un millón y medio de andaluces en el día de ayer entregándosela al partido de Juanma Moreno en un giro de guion que desde luego ha sido de todo menos inesperado. Porque ante lo esperpéntico que la derecha tenía como alternativa, los andaluces se han preferido quedar con la discreción y el tono moderado que Moreno ha sabido manejar como nadie independientemente de las buenas o malas decisiones que haya podido tomar en estos tres años y medio e incluso las promesas que ha dejado sin cumplir. En nuestro caso y aunque se jactó de prometernos que lo haría, el terreno para el nuevo hospital de la capital gaditana sigue intacto como su boicot al proyecto de Valcárcel. Sin embargo a Moreno lo ha beneficiado su imagen seria y comprometida ante el bochorno y el ridículo del que se ha rodeado la de Graná que de andaluza solo tenía el nombre. Y que conste que el menor de sus males no es que no hubiese nacido en Andalucía sino la manera en la que ha entrado en la misma comunidad que deseaba hacer desaparecer. Con una prepotencia difícilmente superable, ridiculizando nuestro acento y nuestras tradiciones y queriendo trasladar su peligroso discurso lleno de odio a una tierra que es todo lo contrario.
Sin embargo la mayoría absoluta del PP que se lleva por delante lo poco que Albert Rivera había dejado vivo en Ciudadanos tiene desde hoy una especial importancia que puede jugarle en su contra. Ya hemos visto en otros partidos las dificultades de gobernar en minoría. Con 58 escaños que tendrán en el Parlamento andaluz los populares, será imposible echarles las culpas ahora al de enfrente por su falta de apoyo. Veremos si la cara de Moreno corresponde al moderado que nos ha mostrado hasta ahora o es una careta que se le caerá a lo largo de los cuatro años que tiene ahora por delante. Por el bien de los ciudadanos, siempre por encima de cualquier partido político, esperamos que las únicas caretas que veamos sean las de febrero por carnavales.
Al otro lado, el principal partido de la oposición cumplía anoche con su parte de ese giro de guion que tenía de todo menos de inesperado. Porque aunque la caída del PSOE con un líder sin demasiado carisma no ha sido todo lo catastrófica que quieren pintar, puesto que solo ha perdido tres escaños, los abrumadores resultados del PP lo colocan como una segunda lejana opción con una diferencia de más de treinta escaños. Lo que realmente me preocupa son los datos de una izquierda a la baja que no hacen si no confirmar la enorme decepción de una gran parte de los ciudadanos. Es cierto que la pandemia ha jugado un papel decisivo si lo extrapolamos al gobierno central. Un marrón que ningún político estaría dispuesto a comerse por muy tentador que sea el sillón de la Moncloa. Sánchez se encontró una pandemia mundial capaz de poner boca abajo al planeta de la noche a la mañana. ¿Qué gobierno con semejante panorama no se debilitaría? Sin embargo y a pesar de que en su gestión no todo ha sido negativo, creo que la clave del declive de la izquierda en general está en su división en tropecientos pequeños partidos y en haberse metido en innumerables ocasiones en camisas de once varas tan innecesarias que han ido quitándole interés, seriedad y hasta credibilidad. Haberse ido alejando de los verdaderos problemas de los ciudadanos construyendo un discurso cada vez más alejado de la realidad. Sabemos, por desgracia, que son muchas las mejoras que necesita la sociedad pero también es cierto que debe existir un orden de preferencias y que quizás intentar hacerlo todos de golpe no sea la mejor manera.
Antes de que comiencen a llamarme facha, que habrá quien se atreva desde el más profundo de su desconocimiento, piensen que lo mismo lo que toca ahora es la reflexión, la unión y la recomposición de una izquierda realmente unida. Dejar de mirarse el ombligo, abandonar el postureo y el discurso populista y acercarse de nuevo al ciudadano de a pie. Hacer eso tan inusual en cualquier político del color que sea que es la autocrítica. Arremangarse, que decía aquel, para que la izquierda que modernizó una España en blanco y negro y a la que debemos tanto no termine por convertirse en una sombra de lo que fue.
@ManoloDevesa