Un Cádiz perjudicado

Cádiz ha comenzado el año por todo lo alto. Saliendo en informativos, periódicos y hasta en programas de televisión. Es cierto que no es la primera vez que nuestra ciudad salta a la pequeña pantalla nacional. Como tampoco lo es que un alto porcentaje de esas veces ha salido para mostrar sus miserias aunque eso sí, sin renunciar al humor: en programas como «Callejeros» se denunció la infravivienda pero se hizo de tal manera que la aparición de determinados personajes gaditanos terminó superando a la propia denuncia arrancándonos en alguna ocasión una sonora carcajada. Ni con un Melchor tan mediático como el que tuvimos en 2019 logramos salir tanto en los informativos como éste año.

Las esperpénticas figuras que deambulaban por la cabalgata se hacían las dueñas y señoras de ella dejando en un muy segundo plano a los verdaderos protagonistas, los Reyes Magos. Lo mismo que ha ocurrido con la reacción ante la Cabalgata más viral que se recuerda: las quejas de los mayores han superado a la de los niños, que al fin y al cabo ni se han inmutado porque probablemente la ilusión les ha vencido. Más allá de lo que haya ocurrido en la Cabalgata, que se puede tachar de anecdótico al fin y al cabo porque buena parte de esa guasa la hemos iniciado los propios gaditanos y el resto del cortejo no estaba nada mal, el trasfondo de todo esto tiene como no podía ser de otra manera, tintes políticos.

Los tiene comenzando por las críticas especialmente duras desde algunos sectores de la ciudad que aprovechan para hacer leña del árbol caído porque ven la ocasión de poder atacar al gobierno y terminando por el desinterés municipal que transmite un desfile como el que se pudo ver el pasado 5 de enero. Ojalá el único problema de nuestra ciudad fuese una cabalgata como la de este año. Tiene que haber un término medio entre los mamotretos, pérgolas y demás derroches de la época de Teófila Martínez y la cutrez que destila cualquier idea que sale del actual equipo de Gobierno. Me temo que la indignación de muchos gaditanos va un poco más allá.

Ha dicho Lola Cazalilla en torno a la polémica que se ha formado con la cabalgata: «Las anécdotas y los pequeños incidentes no pueden tapar la gran labor que se ha hecho«. Algo con lo que se puede estar de acuerdo pero ocurre como con la decisión de no tirar caramelos para evitar las aglomeraciones que se forman cada año. Podría calificarse de prudente pero la enturbia la fama con la que el actual alcalde de la ciudad se ha hecho y de la que cierta parte de la sociedad gaditana comienza a estar cansada: el ahorro a cualquier precio y una más que evidente dejadez en el día a día de la ciudad con escenarios tan cutres como la triste y pobre iluminación navideña con la que Cádiz se ha tenido que conformar un año más, con apagones en diferentes lugares de la ciudad que siguen sin resolverse, con el abandono de barrios y lugares icónicos de la ciudad o el alarmante aumento de personas pidiendo y hasta viviendo en la calle.

Si a esto se le suma el carácter conformista del gaditano, poco se puede hacer. El periodista Pedro Espinosa ha escrito esta semana algo que escupe verdades por los cuatro costados y tiene que ver mucho con ese conformismo del que les hablo. El principal problema de Cádiz ha sido siempre la idiosincrasia del propio gaditano que le permite algo tan romántico a priori como ser feliz con muy poquito pero que le condena a un conformismo que para nada le beneficia. Miramos hacia fuera con una especie de anhelo de lo que aquí podríamos tener pero en el momento que se intenta implantar, el cachondeo y las críticas aparecen por arte de magia sacando a relucir nuestro derrotismo y chovinismo a partes iguales. Por eso el peor de nuestros problemas no es ver una cabalgata donde salga un oso con la cabeza ladeada. La verdadera preocupación está en ver a un Cádiz cada día más perjudicado.

@ManoloDevesa

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