La muerte del joven Samuel de 24 años en la Coruña a manos de un grupo de personas al grito de «maricón» ha vuelto a poner en alerta al colectivo LGTBI y ha despertado la empatía de artistas y políticos que no han dudado en condenar el asesinato. Sin embargo y aunque muchos se apresuran a decir que no hay pruebas de que el asesinato haya tenido tintes homofóbicos y se tratase de un malentendido con un teléfono móvil lo que provocase la pelea, los amigos de Samuel aseguran que los gritos de «maricón» mientras le pegaban tuvieron lugar y que él era homosexual.
Sea como fuere, el triste suceso ha vuelto a poner en evidencia la existencia de una homofobia que muchos se empeñan en ignorar tal y como hacen con la violencia de género. El otro día leía en EL PAÍS el siguiente titular: «Un hombre agrede con una porra extensible a un matrimonio homosexual al grito de “¡maricones!”. El post colgado en el Facebook del periódico recibía muchas interacciones y cuál era mi sorpresa (o no) que a más de 300 personas el hecho les producía diversión. Algunos comentarios eran incluso denunciables y denotaban un odio que hacía tiempo no se veía en un colectivo que parecía haber alcanzado la ansiada normalidad. Las alusiones a los chiringuitos que para ellos suponen el colectivo LGTBI era de lo más repetido…


En el día de ayer el Cádiz CF ponía en su red social un post donde reivindicaba el fin de la homofobia. Pues bien, las reacciones tampoco se hacían esperar: a 140 personas por lo visto les enfadaba que un equipo de fútbol pidiese que un delito de odio acabe de una puñetera vez y a otros tantos directamente les divertía. Los comentarios daban auténtica vergüenza: «Hablar de fútbol que es lo que tenéis que hacer» decía uno. Otros apostaban por emojis donde quedaba patente el asco que les producía el post.


Es triste comprobar que incluso el injusto asesinato de un chico provoque división en la sociedad. Es algo maléfico y preocupante que tiene desde luego su parte de responsabilidad en los discursos políticos que tanto odio destilan sobre todo en la ultraderecha. No es una opinión, es un hecho. Fue Santiago Abascal quien en El Hormiguero dijo: «Si hay un niño al que no quiere nadie y lo adoptan homosexuales, lo aplaudo» y en Espejo Público afirmó en relación a los matrimonios homosexuales que: «Es una unión civil como la que podrían tener dos hermanas viudas«. Fue Rocío Monasterio la que defendió las terapias para curar la homosexualidad como si hablásemos de enfermos y es VOX quien ha pedido derogar las leyes LGTBI a la Comunidad de Madrid a cambio de su apoyo para la legislatura.
Me produce una enorme preocupación el auge de VOX no por sus promesas que a fin de cuentas no siempre se pueden llevar a cabo sino por los votos que reciben de una parte de la sociedad que espera, por lo visto, impacientemente a que se hagan realidad.
@ManoloDevesa