Odio

Cuanto más lo recuerdo, más rabia me da. Cuando en pleno confinamiento muchas esperanzadas voces nos anunciaban que el mundo cambiaría a mejor tras la experiencia de una pandemia mundial, he de reconocer mi total incredulidad. Aquello formaba parte más de un deseo que de una realidad. No es para menos. Si hay algo con la que mucha gente sueña es con la rehumanización de una sociedad que se ha ido endureciendo hasta límites insospechados.

Pero no siempre fue así. Yo recuerdo aun cuando la sociedad, no siendo perfecta ni mucho menos, tenía la capacidad de ponerse en la piel del más débil. Quizás por esa hipocresía tan propia del ser humano o porque hasta entonces era lo que le habían enseñado. Recuerdo aquellos años donde un atentado nos despertaba cada mañana y nadie era capaz de lanzar una frase que no fuese de apoyo a la víctima. El dolor de todo un país ante el testimonio que le costaba la vida a manos de su marido a la pobre Ana Orantes en el programa de Irma Soriano en Canal Sur, la sensibilidad con el tercer mundo, la solidaridad con la gente que menos tenía…

Sin embargo tengo la sensación de que todo eso ha desaparecido. Las imágenes de esta semana de una trabajadora de la Cruz Roja con un inmigrante llegado a Ceuta ha provocado tal avalancha de insultos hacia los dos, que ella ha tenido que cerrar sus redes sociales. Lo nunca visto. El mundo al revés. El odio nos inunda ante el discurso de una clase política cada vez más retorcida que no hace si no dar alas a las fobias que todos llevamos dentro. Uno entra en las redes sociales y sale totalmente hundido: insultos, campañas en contra del más débil, bulos malintencionados, incapacidad para el diálogo y el respeto… El mundo se desmorona a nuestro alrededor ante una imponente indiferencia.

¿Qué ha fallado para haber llegado a esto? Lo tengo claro. Ha fallado la clase política radicalizando sus discursos y enfrentándonos a los unos con los otros, han fallado los medios de comunicación vendidos al mejor postor y por supuesto hemos fallado nosotros por nuestro nulo compromiso con nada que no tenga que ver directamente con nosotros. Por haber entrado al trapo del político de turno permitiendo que acallaran nuestros pensamientos para que saliese a flote el que ellos deliberadamente han construido.

A nuestra generación le falta aprender de las generaciones anteriores. Hace unos meses el presentador Juan y Medio hacía unas declaraciones en «El Hormiguero» con las que no puedo estar más de acuerdo: «Nosotros solo tenemos derechos y ellos solo obligaciones. No han tenido consideración y no han pisado nunca un psicólogo. No han podido tener relaciones sexuales plenas, no han podido expresar sus opiniones y todo el mudo ha ido a trabajar, ha cumplido y ha sacado una generación entera. Yo no me cobijo a la sombra de ningún árbol que puse yo y bebo en las fuentes que me encontré. Yo no he hecho nada. Me lo he encontrado todo hecho. ¿Por quién? Por éstos, que salieron de una guerra y levantaron un país con una dignidad, una nobleza, con una inteligencia natural sin estudios y sometidos» El discurso es maravilloso porque tiene verdad. Les confieso algo: mi profunda preocupación por el mundo que dejamos a nuestros niños. Da miedo solo pensarlo…

@ManoloDevesa

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