Y la vida se paró

Creo que como la mayoría de ciudadanos de este país, incluso cuando aquella noche del 14 de marzo de 2020 se declaraba el estado de alarma y el confinamiento nos dejaba en casa impidiendo incluso trabajar, jamás pensé en todo lo que se nos venía encima. No fui consciente que aquel sábado nuestras vidas cambiarían radicalmente hasta la fecha. Que aquello era el principio de una dura batalla que a día de hoy aun no hemos ganado. Cuando aquella tarde de sábado los supermercados se vaciaban ante el anuncio de la comparecencia del Presidente Sánchez, les confieso que no tenía la capacidad de analizar lo que estaba ocurriendo. Me encontraba como en shock y aunque sabía que era algo serio, nunca se me pasó por la cabeza que gestos tan frecuentes como un apretón de manos, un abrazo o un beso fuesen a ser aniquilarlos de nuestro día a día de un plumazo.

Aunque en muchos casos hubo familias que lograron disfrutar de la unión que las obligaciones del día a día les dificultan, el confinamiento nos apartó de nuestra vida social y familiar evidenciando la precariedad en la vivienda con casas donde en pocos metros cuadrados convivían medio hacinados familias numerosas sin más ventilación que una triste ventana en el mejor de los casos. En el trabajo aunque pronto se activaron los ERTES para que el sueldo estuviese garantizado a pesar del parón laboral, muchas de las personas que se ganaban la vida sin cotizar vieron como dejaban de percibir ingresos de la noche a la mañana para subsistir.

En aquellos días de confinamiento con olor a pan recién hecho y calles desiertas donde el único sonido era el cantar de los pájaros y mientras las plataformas audiovisuales de pago lograron hacer su agosto calmando así nuestro aburrimiento a base de maratones de películas y series, comenzó a gestarse el ambiente de crispación en el que un año después continuamos. Lejos de la unión por una situación tan insólita como la que vivíamos, la política nos volvió a mostrar su peor cara con discursos desde las redes sociales que no hacían sino alimentar más la división entre los ciudadanos con multitud de bulos que corrían por los teléfonos de medio mundo para enfrentarnos a los unos contra los otros mientras ellos continuaban con sus planes como antes de la pandemia tal y como se ha demostrad con los últimos acontecimientos.

Una experiencia donde el miedo, la angustia y la incertidumbre se adueñaron de nuestra vidas quitándonos las pequeñas cosas que la hacían más llevable, arrancándonos el derecho a despedirnos de los seres queridos que nos dejaban y viendo como cientos de barajas echaban el cierre definitivamente con el drama que ello conllevaba. Será por todo eso que aunque no saliésemos mejores como muchos anhelaban y aunque la solidaridad de aquellos días de encierro fuese solo un espejismo en medio del desierto, no puedo evitar emocionarme al ver como las calles vuelven a llenarse de algo de alegría ahora que los comercios y bares vuelven a recuperar su horario tras dos meses de auténtica agonía. Con la prudencia por bandera, soy consciente de que queda mucho camino por recorrer. Sin embargo a veces ya puedo distinguir muy lejos la luz al final del túnel.

@ManoloDevesa

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