Me puedo imaginar la cara que a Joaquín Garaboa «el Quini», carnavalero y trabajador del cementerio de San José, aquí en Cadiz, se le debió quedar cuando vio a Don Rosendo merodear por los interiores del camposanto. Más aún cuando si miraba su nicho leía perfectamente la fecha de su fallecimiento: 19 de julio de 1876.
La de Don Rosendo me parece una de esas leyendas gaditanas más entrañables que conozco. Dicen que durante todos los años que permaneció en el cementerio de la capital, jamás le faltaron flores frescas cada día. La gente acudía a rezarle y limpiarle el nicho. Don Rosendo gozaba de una gran popularidad y recibía numerosas visitas durante el año según afirmaban los propios trabajadores del cementerio.

Pero ¿Quién era realmente Don Rosendo? Como siempre que se habla de leyendas, hay varias versiones. Desde que era un médico que no cobraba a los pobres a un montañés. Aunque la más fiable es la que cuenta que no era gaditano sino gallego. De Pontevedra concretamente donde nació en 1808. Fue a los 13 años cuando llegó a Cádiz con su familia. Don Rosendo debía ser de buena familia porque la tarde en que murió en el número 28 de la calle Horno de Candelaria, ya tenía el nicho en propiedad.
Durante mucho tiempo los propios trabajadores del cementerio han testimoniado que muchos visitantes habían podido ver la figura de Don Rosendo merodear por las calles del cementerio ataviado con una vestimenta propia de principios del siglo pasado. Sin embargo, desde que los restos de Don Rosendo se trasladaron al cementerio mancomunado de Chiclana junto a los de por cierto, el alcalde de Cádiz Fermín Salvochea, parece que dejó de verse por las inmediaciones de su propio nicho quizás por no encontrarse en la tierra que tanto quiso y que se negó a abandonar incluso después de muerto.
@ManoloDevesa