Mi entrevista de hoy es, además de imposible como todas, de excepción. Me cito con ella dos días después de su cumpleaños porque salvo casos excepcionales, nuestra Azotea no abre los fines de semana y el Museo de Cádiz no lo hace el lunes por lo que he aprovechado el día de hoy para realizar la entrevista. La veo tranquila con ese pozo de sosiego que transmite. Me acerco muy cuidadosamente y le acerco mi móvil a modo de grabadora. Hoy hablamos con La Dama de Cádiz…
Buenos días y ante todo muchas felicidades. Cuarenta años cumple usted. Cualquiera lo diría viéndola siempre igual…
Muchas gracias prenda. Pues sí, el sarcófago que es lo que realmente ven ustedes no está mal. Eso sí, el peinaito manda cojones que parece que la palmé con los rulos puestos. La madre que los parió…
¿Se acuerda usted de aquel día, el día que la encontraron…?
Poquitas veces se olvida las obras con lo escandalosas que son. Aquel viernes pude haber acabado dentro de la excavadora que removía el solar de la calle Parlamento que por entonces se llamaba Ruiz de Alda. Llevaban tiempo dando por saco por los ruiditos y de pronto un día siento como un arañazo con algo metálico ¿Qué es eso coño? me dije. ¡En ese momento la mano de una persona alcanza a tocarme el cráneo!
¡Madre mía! Debió sentir mucho miedo
Para empezar decepción. Porque que después de tantos siglos sin que nadie me pusiese una mano encima, me la pongan en el cráneo manda melones… – dice en tono de broma – Bromas aparte, por un lado verme con tanta gente después de tanto tiempo me transmitió ansiedad pero luego cuando vi que el interés era para bien me tranquilicé. Fluía el cariño, el respeto y la ilusión. Fueron muy delicados conmigo. A partir de ahí mi vida cambió a mejor. De estar bajo tierra, sucia y olvidada a hacerme con un nombre y estar perfectamente cuidado, digo cuidada.
Perdone por la grosería pero ¿Qué edad tenía usted por entonces?
Pues mire entre los que me ponen y los que yo me quito sinceramente ni me acuerdo. Soy un poco folklórica en ese sentido pero le diré que soy del 460 antes de Cristo. Así que si tiene calculadora, ya tiene trabajo… Por cierto, efectivamente, es una grosería.
¿Qué ocurrió después de que se percataran de su presencia?
Uff, aquello fue un revuelo. Mandaron a parar las obras inmediatamente pero como la cosa pilló en viernes y a última hora de la mañana pues no fue hasta el lunes que el señor Corzo, por entonces el director del Museo, se personó allí con más gente. Imagine la angustia mía todo el fin de semana pensando en qué iban a hacer conmigo…
Bueno, llega el señor Corzo y su equipo y aquello debió ser todo un acontecimiento…
Una feria más bien. Porque cuando el lunes se persona allí Corzo, la prensa no tarda en llegar y en menos de lo que canta un gallo ya lo sabe medio Cádiz. Imagine usted la cantidad de curiosos que se pasan por allí con lo que gusta aquí una novelería.
¿Cómo es el rescate?
Largo y dificultoso. A mi me enterraron otra vez después de muerto, digo de muerta. Porque para que no se perdiera ninguna pieza de mi cuerpo llenaron el sarcófago de arena. Luego, los pobres estuvieron quitando ese montón de arena muy delicadamente con una cucharilla de café. ¡La de horas que debieron echar!
Su llegada al Museo debió ser apoteósica…
Vamos, ni Lolita el día de su boda. ¡Si me queréis, irsee!! – dice riéndose – Autoridades, ciudadanos, la prensa y el personal del Museo que trataba de meterme dentro, que no fue tarea fácil por la fragilidad del sarcófago y el peso.
Después de la grosería de la edad, no sé cómo preguntarle esto pero ¿usted es un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer?
Coño, ¡qué bien traído! Cachondeíto aparte ¿eh? Pero sí, no soy una mujer si no un hombre que fue enterrado en un sarcófago con forma de mujer. A veces somos tan simples que no aprendemos a que las apariencias engañan desde el principio de los tiempos. El sarcófago no definía nada. Era el lugar simplemente donde pasaría los próximos siglos con mis más humildes pertenencias.
Pero y entonces ¿por qué la siguen llamando La Dama de Cádiz?
Por cosas de esta ciudad que así le pareció viendo el sarcófago. El mote me lo puso Agustín Merello, periodista de «Diario de Cádiz». A ver quien es capaz de quitarse un mote cuando te lo ponen en esta ciudad.
¿Es cierto que hubo un hombre que se obsesionó con usted?
Cierto. Don Pelayo Quintero. Obsesión arqueológica, se entiende claro. Se llevó media vida buscándome y murió sin saber que me encontraba en su propia casa. Bajo una palmera que él mismo había plantado para dar sombra y cuyas raíces que buscaban la humedad terminaron justo donde yo estaba deteriorándome incluso. Felipe Benítez Reyes llegó a escribir sobre él: «Quintero Atauri tuvo, en fin, un sueño, pero nunca supo que dormía sobre ese sueño.. Jamás se nos ocurre mirar la tierra que pisamos cada día de nuestra existencia, aunque la mayoría de las veces esa tierra pisoteada es el único tesoro accesible: un lugar insignificante en el universo». Qué gran verdad
Lo que es curioso es que el sarcófago masculino descubierto en la Punta de Vaca en 1887 y que hoy día está junto a usted en el Museo tampoco sea un hombre si no una mujer.
Exacto, eso parece. Aunque aquí nos tienen por pareja, cosa que desmiento porque no coincidimos en el tiempo, sí que es verdad que los sarcófagos se encargaron en el mismo taller en Sidón. Por lo que por ahí debe ir los tiros…
¿Se siente querida o querido por Cadiz?
Rotundamente sí. Cádiz es una ciudad acogedora y que te hace sentir como en casa. Yo soy de aquí desde hace más tiempo que todos vosotros aunque no lo supierais. Soy más gaditano que el barrio del Pópulo.
Vamos, que deberían llamarla La Dama de Cadi Cadi ¿no?
Der tirón, pisha – dice riéndose
@ManoloDevesa