Llamar por teléfono no fue siempre algo ni tan fácil ni tan habitual entre la población. El simple gesto de teclear el número tuvo que ser explicado en su día como si aquello fuese algo de una gran dificultad. Claro que por entonces, eso lo hacían ellas, las famosas señoritas de la central telefónica o las chicas del cable como las llaman ahora. Descolgabas, lanzabas un «Señorita quisiera hablar con tal o con cual» y la magia de la tecnología hacía que ella mediante una clavija te pusiese en contacto con la persona deseada.
Aquello fue así en Cádiz hasta el 23 de febrero de 1929. Aquel día muchos gaditanos y gaditanas recibieron con los brazos abiertos los teléfonos automáticos. Por entonces había solo 880 abonados en la ciudad y aquella mañana iban a conocer los beneficios del progreso tal y como ya lo habían hecho en otras grandes capitales.
El acto de inauguración tiene lugar en la compañía telefónica que se había montado en un solar de 430 metros cuadrados de la calle Ancha. Hasta allí se persona el alcalde, Ramón de Carranza y el obispo de la Diócesis, Marcial López Criado, al que le montan incluso en la sala de máquinas un altar desde el que bendecir las instalaciones…
Cuando dan las doce de la mañana, el alcalde se encarga de conectar una palanca situada en una mesa, poniendo en marcha el servicio telefónico automático. Sin embargo no es el alcalde el que realiza la primera llamada si no el secretario del Juzgado de Instrucción, Pedro de Luna, que también dona 25 pesetas para los más necesitados de Cádiz.

Atentos a cómo se explica en su día el mecanismo de una llamada de teléfono: Lo primero que recomiendan es tener a mano la guía telefónica donde vienen tanto las instrucciones como los números de todos los abonados. Es decir, ¡en las propìas guías venían las instrucciones para llamar! El siguiente paso, aunque obvio, es descolgar el teléfono y cerciorarnos de que se escucha la señal que equivaldría a la palabra «número» que decían las operadoras. El siguiente paso por más sencillo que hoy nos pueda parecer, debía ser el más complicado: meter el dedo en el agujero correspondiente y girarlo hasta tropezar con el tope de parada sucesivamente hasta completar el número entero. Imaginen la tensión del llamante mientras esperaba la señal y posteriormente la voz de la persona con la que querían hablar. Eso sí no estaba comunicando. Que aquello debía ser un drama…
El teléfono automático no solo supuso un avance tecnológico en el mundo de la telecomunicación si no en el propio derecho a la intimidad. Porque hasta entonces, nuestras conversaciones podían ser escuchadas perfectamente, si las famosas y profesionales teleoperadoras eran además unas cotillas…
@ManoloDevesa