Les confieso un secretillo. Tengo algo de vértigo cuando me asomo a algún lugar que sobrepasa la cuarta planta. Por eso la entrevista imposible de hoy no fue precisamente fácil porque no solo me enfrentaba a mi fobia a las alturas si no también a la de los pájaros…
Buenos días. ¡Vaya vistas tiene usted desde aquí! Lástima que con esa mano en alto no pueda hacer fotografías – digo dirigiéndome al efebo – podría hacerse una cuenta de Instagram y tener muchos seguidores.
¿Insta qué? Mire, lo único que tenemos éste y yo como usted comprenderá es un seguro de vida y una cuenta en Banesto. En cuanto a las imágenes las preferimos guardar en nuestras retinas. Ahí están a salvo de cualquier tipo de virus.
Madre mía, ha nombrado usted el tema del momento aunque aquí por lo que veo no parece haber llegado. Por cierto ¿cómo llegan a una ciudad como Cádiz unos figuras como vosotros?
Pues llegué en pleno franquismo y no haga el chistecito malo de que por eso tengo el brazo para arriba que lo veo venir… El edificio se inauguró el 15 de junio de 1957. Así que llevamos posados 63 años donde usted nos ve nada más y nada menos. Aunque la realidad es que la estructura del bloque ya estaba lista desde el año anterior, el 15 de octubre de 1956 concretamente.
Vaya, pues fíjese que viéndolo desde pequeño toda la vida desde ahí abajo, pensé que tenían ustedes más.
Bueno son 63 años pero ¡qué sesenta y tres años, hijo! Al fin y al cabo seré siempre un efebo, un eterno adolescente como lo fue siempre Peter Pan. Y aquí me ha tenido siempre: al intemperie con viento, frío, lluvia y temperaturas cercanas a los 40 grados y oiga, ni un resfriado ni una insolación. Siempre al pie del cañón.
Bueno, siempre siempre… hubo un día en que el pie le debió fallar.
¡Vaya, ya tardaba en salir! – el ave abre por fin la boca y su voz me provoca un pequeño respingo – No hay una vez que hablen con nosotros que no nos no lo recuerden. Joder, para una vez que nos caemos y tiene más repercusión que todas las caídas del Rey emérito juntas…
Bueno, ahora hay más cosas sobre el emérito que tienen más repercusión… Pero bueno, ustedes llegan aquí y ¿cómo es la llegada?
Pues como se hace todo aquí siempre, comiendo. Porque dicen que el día de la inauguración la empresa que llevó a cabo este edificio obsequió con una comida a todo el personal que había estado dando el cayo aquí. Unas sesenta personas. Se debieron dejar un piquito, oiga…
Y a ustedes – digo ahora mirando al ave – no les darían ni agua, claro. Con lo que le gusta a un pájaro picotear.
Oiga ¿pero qué confianzas son esas, hombre? Yo soy más que un pájaro. Soy el Ave Fenix, un animal mitológico que al principio pertenecía a la cultura egipcia pero me querían tanto que fui pasando por muchas religiones hasta llegar a la cristiana.
Oiga, y ¿qué hacían antes de estar aquí parados? Porque creo que su historia es cuanto menos curiosa…
Pues vivíamos en el Jardín del Paraíso junto a Adán y Eva. Pero cuando ellos son expulsados de allí por haber probado la famosa manzana, el nido donde yo estaba sale ardiendo y con él éste y yo – dice refiriéndose al efebo que lleva montado encima – Ya puede imaginarse el susto. La vida se me pasa como una película de ésas. Sin embargo yo tenía un as bajo la pluma. Como había sido la única bestia que me había negado a probar la fruta del paraíso, se me concedieron varios dones, entre ellos el de la inmortalidad. Por lo que al poco tiempo volví a renacer de mis cenizas.
¡Cómo debieron quedarse todos al verlo renacer de nuevo!
Imagine usted – me dice ahora el efebo – pero vamos tampoco nos tiremos el pegote ahora porque si no probó la manzana es porque no era de las que a él le gustaba. Si le hubiesen ofrecido una Granny Smith, ya le digo yo que le hubiésemos hecho compañía a Adán y Eva. ¿Es o no es? – pregunta al ave que asiente vergonzosamente con la cabeza.
Centrémonos de nuevo en su llegada que no es el mismo día de la inauguración del edificio ¿no?
Así es. Nosotros llegamos más tarde, cuando se instala en los bajos del edificio una oficina del Banco Banesto, que había financiado la obra. Es ahí cuando deciden colocarnos aquí arriba.
Por cierto, 63 años y 1.300 kilos ¿alguna vez han pensado ponerse a dieta?
¡Anda, que nos ha tocao un gracioso, oye! – dice el ave irónicamente – también medimos cincuenta metros de largo. Estamos compensaitos. Si usted viese las caras de los gaditanos el día que nos presentaron ante ellos. Nos pusieron una bandera de España al lado y la gente mirando pa arriba que yo le digo a usted que muchos gaditanos acabaron con tortícolis aquel día.

Volvamos al capítulo que tiene lugar el 11 de Mayo de 1979, el día en que caen al vacío provocando un enorme susto y un boquete en el suelo, que todo hay que decirlo…
Pues mire usted, aquel día hacía un viento de tres pares de narices. Éste, que es Anita la fantástica, no paraba de moverse. «Perico, estate quieto que nos vamos a caer». Pues a Perico le entraba por un oído y le salía por otro. Al final carajazo al canto – mientras el Ave me relata lo sucedido algo encendido, el efebo me hace alguna señal de burla y desaprobación – Vale, ahora le voy a contar yo la verdad. Era las cuatro menos veinte de la tarde, la hora de la siesta y éste estaba que se caía de sueño. Pero como cada vez que se le pregunta; quillo, ¿estás dormido? siempre dice que no…
Pero la caída tuvo que ser tremenda, porque hablamos del edificio más alto de Andalucía por aquella época…
Figúrese. El susto fue morrocotudo. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en el suelo y además rodeados de gente. Caímos sobre la marquesina que había por entonces en la parada de autobuses para enlazar con el tranvía, que iba pa la playa. Pero bueno, aunque había una docena de personas en la parada, a ninguno les pasó ná. Solo dañamos un autobús. Me acuerdo perfectamente, el 144, que iba de San Juan de Dios a Puntales.
Menudo susto se debieron pegar los que pensaron que se trataba de una bomba que por entonces y por desgracia eran muy habituales.
Claro, ETA estaba ahí en todo su apogeo y se llegó a pensar en que era un atentado. Los bomberos llegaron al poco y la policía también. Un numerito vamos. Y nosotros ahí en medio. ¡Que vergüenza pasamos!
¿Cómo fue la rehabilitación? ¿Les quedan secuelas?
Pues lenta, porque un año entero en rehabilitación… pero vamos que para lo que tardan las cosas en Cádiz, es cierto que nos recuperamos pronto – me dice el efebo – En cuanto a las secuelas, este brazo yo lo tengo en alto porque no lo puedo ni mover. Literalmente, vamos – me dice con una sonrisa. Al ave también se le escapa una – La verdad es que llegamos allí hechos polvo pero gracias a Jose Maria Gonzalez, no al Kichi ¿eh? si no González de la Maza, pues todo salió bien. Es verdad que se le complicó un poco más por nuestro peso y tamaño.
No era ninguna tontería lo de la dieta entonces…
Hacer dieta con un Burguer King abajo y un Macdonal que pronto estará abierto a unos metros, es difícil. Eso sí, el que está cada día más canijo es el chaval del Uber que viene hasta aquí a entregarnos la comida y que le horroriza el ascensor – dicen soltando una carcajada.
@ManoloDevesa