Campechanía o no

La noticia de la marcha de Juan Carlos I al extranjero es posible que se haya convertido en una de las más relevantes del año 2020. El año en que los ciudadanos de medio mundo se confinaban en sus casas a consecuencia de un virus llamado Covid-19. Fue durante los primeros días de ese encierro masivo cuando la noticia de la renuncia de Felipe VI a la herencia del emérito nos puso en alerta de que algo se estaba cocinando. La estrategia salió redonda: con un país entero confinado, la tranquilidad en las calles estaba asegurada por lo que Felipe se apuntó un tanto con un detalle que era más un postureo que otra cosa ya que nadie puede renunciar a una herencia hasta que no se produce el fallecimiento de la persona que lega. Sin embargo, también hacía pública su decisión de retirarle a su padre la asignación de los 200.000 euros que percibía anualmente. Aunque vista luego la presunta donación a su amiga Corinna de 65 millones de euros, para el monarca aquella asignación le debía suponer solo migajas…

Hubo un tiempo en que el Rey Juan Carlos estuvo por encima de la propia Monarquía ganándose incluso a personas que reconociéndose republicanos, llegaron a sentir un especial cariño por el monarca más allá de la forma de Estado que representaba. Su simpatía y campechanía logró conquistar incluso a a muchos de los que vieron en él a una figura apegada a ese franquismo que tanto costó quitarnos de encima. Juan Carlos venía de parte de Franco con lo que ya su tarjeta de presentación no era muy esperanzadora. Sin embargo la jornada del 23 de febrero de 1981 fue clave para que su figura se consolidara después de su papel en el Golpe de Estado de Tejero en el Palacio de Congresos de Madrid. Aunque muchos sostienen que aquello fue el resultado de un plan perfecto para mejorar su imagen, otros decidieron apoyar a alguien que había evitado que el golpe del general Tejero llegase más lejos.

Tras aquel acontecimiento que marcó a una España que durante unas horas temió volver a retroceder en el tiempo, la imagen de Juan Carlos se ve reforzada considerablemente. Esto unido a una excelente campaña donde la discreción ocupa siempre un lugar privilegiado, da como resultado un Rey cercano con una familia idílica y casi irreal, qué cosas, a la que vemos crecer, casarse, tener hijos, divorciarse y hasta sentarse en un banquillo. Una familia que poco a poco fueron mostrándose tal y como eran. Con sus alegrías y sus tristezas, sus problemas, sus roces, sus virtudes y sus defectos. Una familia que por primera vez comienza a mostrar su cara más real.

Cuando durante la crisis de 2008, el emérito es sorprendido cazando elefantes y es obligado a pedir perdón, su imagen comienza a debilitarse sin prisas pero sin pausas. El nombre de Corinna comienza a sonar y aunque sus líos de alcoba deben mantenerse al margen, el morbo y la curiosidad por comprobar las miserias de un monarca, terminan generando un interés mediático que acaba con una confesión capaz de complicar aún más las cosas.

Tras la enorme trascendencia de las últimas informaciones que ponen en jaque su honradez y ya retirado de su trono, Don Juan Carlos decide poner tierra de por medio y dejar la España que durante cuarenta años ha reinado. Se va esta vez sin pedir disculpas. Lo hace de puntillas y por la puerta de atrás dice por facilitarle las cosas a su hijo. Con lo fácil que hubiese sido hacer las cosas bien. España en medio de un rebrote de Coronavirus, él en medio de una pandemia de Corinnavirus. ¿Monarquía o República? Me temo que la corrupción no entiende de eso.

@ManoloDevesa

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