Nos paseamos hoy por la calle Sagasta. Junto a Arbolí o San José, de las más largas de la ciudad. La misma que en su día tuvo entre sus vecinos al pintor Pablo Legot, que aunque no era gaditano, su cargo de alguacil Fiscal del Real Almirantazgo lo trajo hasta Cádiz donde fallecería en 1671 en la más absoluta pobreza. Probablemente por eso a mediados del siglo XVII la calle adoptó su nombre. Pero Sagasta también se llamó Flores y Cruces hasta que en 1678 se le llamó Amargura. Nombre que alternó con otros como Herrón, Nueva de Molina, Espronceda o Capuchinos.
Hay una historia que está pegada a la de la calle de la que os hablamos hoy. Para contárosla deberemos de situarnos en 1800, cuando a la calle se le llamaba Carmen y a su esquina «Porrino«. En torno a las seis de la tarde de aquel 5 de febrero, Cádiz está a punto de ser testigo de un crimen que marcará a la ciudad durante mucho tiempo. El diputado del gremio de panadería, regidor perpetuo de la ciudad y caballero de la orden de Santiago, don Pascual de Arteaga y Bazán ya se había fijado en él. Hablamos de José González, un polémico panadero cuyo trabajo dejaba bastante que desear ya que engañaba a sus clientes con multitud de artimañas de las que luego presumía. Así que Don Pascual, que lo tenía ya calado, insistía en llamarle la atención hasta el punto, viendo que no hacía caso, de prohibirle que amasase y vendiese.
Aquella tarde y en un intento de que el regidor le retirase la prohibición de vender, José se personó en el juzgado con la promesa de no volver a delinquir jamás. El escarmiento de Don Pascual no era ninguna tontería y las palabras de José le debieron sonar a cuento. De modo que casi sin acabar de pronunciar su decisión, José se abalanzó hacia él asestándole una puñalada en el corazón que según Adolfo de Castro «atravesó el espaldar del sillón de terciopelo en que estaba sentado«. Ante tal brutalidad José huyó sin que nadie pudiese atraparlo más pendientes en socorrer al moribundo Pascual que en atraparlo. Por más que lo intentaron ofreciendo incluso 6000 reales como recompensa por su cabeza, José escapó no llegando a pagar jamás ni por su crimen ni por sus numerosos engaños. Según cuentan el sillón donde fue herido el regidor fue conservado durante mucho tiempo por un empleado de la municipalidad.
¿Por qué Sagasta? Más allá de la historia recientemente contada, la también llamada calle Amargura pasa a denominarse Sagasta. La razón no es otra que un homenaje al presidente del Gobierno, Práxedes Mateo-Sagasta por su excepcional comportamiento con la ciudad.
@ManoloDevesa

