Desde hace mucho tiempo una serie de reflexiones se pelean en mi interior por salir de una vez por todas y compartirlas a sabiendas de que me meteré en camisa de once varas. ¡Qué sería la vida sin un poquito de acción! Seguro que no soy el único que reconoce las fobias a las banderas sean del color que sean. Porque a mi juicio, para lo único que han servido ha sido para separar una y otra vez. Solo hay que ver las reacciones de la peña cuando es la del Orgullo Gay la que ondea algún edificio público o las deportivas, que han llegado a enfrentar incluso a sus aficiones. Hasta en el Festival de Eurovisión uno termina cogiéndole cierta tirria hacia la banderita que no nos dan ni un mísero point. Sin embargo la que más polémica suscita en nuestro país es la nuestra. Que ironía ¿no? Desgraciadamente la bandera de España sigue recordándonos a una oscura parte de la historia de nuestro país y su utilización la han convertido en una cuestión ideológica más que de unión.
Hay que reconocer que si la ultraderecha y la derecha se han adueñado de la bandera de España no es culpa de nadie si no solo del complejo de la izquierda a la hora de defenderla. Porque aunque represente una forma de Estado con el que se pueda estar en desacuerdo, no hay que olvidar, a pesar de todo, que es la bandera que representa al país en el que vivimos. A pesar de que nos haya dolido y avergonzado en innumerables ocasiones viéndola en manifestaciones contra el matrimonio homosexual, el aborto o defendiendo la figura del dictador Franco, creo que tras más de cuatro décadas es hora de que la izquierda reclame lo que también es suyo. Porque no estar de acuerdo con la mayoría de los ideales que abanderan no significa ser menos español ni mucho menos. Es tener simplemente otra visión de la realidad. La bandera española debe dejar de ser un escudo con el que luchar contra una determinada ideología. Se ha politizado tanto que han conseguido que su imagen vaya unida a la de esa España retrógrada e intolerante a la que, salvo ellos, nadie quiere volver.
Cambiar la imagen de nuestra bandera más allá de los Mundiales de fútbol es posible aún. Sentirse orgulloso de un país que a pesar de sus macabros y vergonzosos capítulos a lo largo de su historia, ha sabido sobreponerse. Normalizarlas en actos de toda índole para hacer ver que no es producto de ninguna ideología por mucho que la utilicen como pancarta para defender unos ideales concretos. Que les joda, en definitiva, darse cuenta de que no hablamos de su bandera, si no la del conjunto de un mismo país. Incluidos esos a los que ellos no consideran españoles de bien.
@ManoloDevesa / FOTO: RelShot 263