Definitivamente lo de este país es punto y aparte. Aquí el Coronavirus ha debido dejar tocados a más de una y de uno a juzgar por las imágenes que estamos viendo desde que el pasado lunes se comenzara la fase 1 en muchas ciudades de España. Porque a las terrazas completamente abarrotadas que hemos podido ver estos días hay que unir las manifestaciones que llevan haciendo desde el lunes los vecinos del madrileño barrio de Salamanca que, sin autorización alguna, han decidido saltarse las medidas para protestar contra el Gobierno pese a que la capital de España aun se encuentre en la fase 0. ¿Tienen derecho a manifestarse? Sí. ¿Tienen derecho a hacerlo saltándose las medidas de seguridad perjudicando al resto de ciudadanos? Claramente no.
Alentados por la extrema derecha y con el beneplácito de la presidenta de la Comunidad de Madrid, los vecinos del barrio, que al final da igual de donde sean, han terminado sucumbiendo a esa agresiva campaña electoral en la que se han convertido estos dos meses de confinamiento y renunciando a las medidas de seguridad que tanto en su día les preocuparon. Los mayores críticos de la manifestación del 8M. Los mismos que en su mismo impulso de irresponsabilidad, se colaron en el famoso mitin de Vista alegre aquel histórico domingo.
Que cierto es que los muertos solo duelen cuando son los tuyos. Cuando no, solo sirven como arma arrojadiza. Si el número es bajo se habla con cierto triunfalismo. Si de lo contrario es alto, es la excusa perfecta para el ataque. Aunque en el fondo no les importen lo más mínimo. La prueba la tenemos en una manifestación alentada por un partido que no ha aportado absolutamente nada más allá de un aluvión de bulos por las redes sociales y pedir la dimisión del Gobierno a todas horas. Porque en el fondo es eso solo lo que les interesa. Les da igual lo que ocurra en su admirada España si ellos no están en medio de la escena. Porque quieren ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Ni una sola propuesta más allá de la del golpe de estado. Se lo impide su orgullo pero sobre todo su odio. Ese que van destilando cada vez más y que nos llevará, acuérdense de lo que les digo y ojalá me equivoque, a los capítulos más convulsos de los últimos cuarenta años.
@ManoloDevesa