El hombre que prometió al MEDINACELI acabar como él el Jueves Santo

Ubíquense. Es 26 de marzo de 1964. Son las dos de la madrugada del Jueves Santo y en la Catedral no cabe ni un alfiler. Jesús de Medinaceli avanza por la plaza hacia las puertas de la Catedral con el objetivo de realizar su estación de penitencia. Antes, la imagen pasa bajo el Arco de la Rosa ante el silencio y el respeto del público asistente. De pronto un amago de saeta interrumpe el mutismo que reina en la plaza. «¿Qué ocurre? ¿Quién es?» se pregunta el público ante un cante desafinado y que es una provocación más que otra cosa. De pronto y por si esto fuese poco, aquel hombre que interpreta de malas maneras la saeta comienza a insultar y a lanzas palabras mal sonantes. Algo que termina indignando al público presente y provoca su abucheo y rechazo: «Que poca vergüenza, fuera ya hombre!» dicen unos. «A la cárcel es donde debe ir» dicen otros. Un acto que termina con la policía interviniendo y esposando al hombre. De pronto alguien lanza una observación: «Pero si es Tano» dice refiriéndose a un conocido gitano del barrio. «Madre mía, la que tiene que llevar encima para hacer algo así con lo prudente y buena gente que es…»

A la mañana siguiente el incidente se convierte en el tema de conversación de medio Cádiz. Por una parte están los indignados ante tal vergonzoso comportamiento y por otro aquellos que conocen a Tano y se extrañan de su comportamiento. Sin embargo él, Tano, no solo no está borracho si no que se muestra en el calabozo en sus cinco sentidos. La realidad que esconde el hombre es una promesa: la que en su día hizo en Santa Cruz a Jesús de Medineceli: si sanaba a su hijo enfermo, le prometió acabar la noche igual que había acabado Él en su día: preso y amarrado. Esa fue la explicación del insólito comportamiento de Tano aquella madrugada de Jueves Santo.

@ManoloDevesa / Esta leyenda me la cuenta Moisés Camacho en el podcast de La Azotea de esta semana dedicada a las leyendas de Semana Santa.

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