Es difícil que tras veintidós días de prácticamente un silencio sepulcral, uno no termine por manifestarse sobre todo lo que está ocurriendo en nuestro país. Sin embargo, y en contra de lo que muchísima gente está haciendo a través de las redes sociales, mi grito no tiene ninguna connotación política. No se trata de utilizar el dolor de todo un país con el solo objetivo de derrocar al Gobierno de turno por cuestiones ideológicas. Hoy no me apetece callarme más. Mi grito en esta mañana de Domingo de Ramos va más allá de todo eso. Quiero que sea el de la esperanza, el del último aliento, el de la empatía con el ciudadano que no tiene más cojones que seguir yendo a trabajar en estos días aunque sea en negro porque no hay más remedio que seguir tragando. El que anime a los muchos autónomos que no duermen desde hace semanas pensando en que probablemente el futuro que se han encargado de construir con mucho esfuerzo se desbarata irremediablemente. El grito convertido en solidaridad con aquellos que han vuelto a casa con una carta de despido y el alma hecha pedazos, con los que vivieron sus últimas horas sin una mano a la que agarrarse y que se fueron sin el adiós de una familia a la que se le ha negado incluso el duelo. Mi grito alentador para los que se recuperan lentamente en la habitación de un hospital con la sola compañía de una videollamada y para los que en momentos como éstos a pesar del peligro acechante, no cesan de trabajar por todos nosotros: sanitarios, personal de mercados, supermercados y limpieza pública, policías, guardia civiles y asesores laborales que se rompen la cabeza ante una situación inaudita…
Cuando todo esto pase y el viento de levante o poniente nos vuelva a dar en la carita, cuando una vuelta por la playa nos parezca el auténtico paraíso y un simple apretón de manos una divina bendición, volveremos a hablar. Cuando todo esto pase y el temporal de bulos y desinformaciones cese, claro que tendremos que pasar a la reflexión y la autocrítica desde la tranquilidad dejando atrás la crispación. Tomar nota de los errores y creer firmemente en que la inversión en la Sanidad, por ejemplo, no era ninguna tontería. Y si tal y como muchas informaciones apuntan, el Gobierno no obró bien por razones más allá de la lógicas o si la oposición no estuvo a la altura que la situación requería, habrá que pedir responsabilidades caiga quien caiga.
Qué bonito y utópico sería hacerles ver a la clase política independientemente de su color, que sabemos defendernos solos y que lo hacemos con la unión como principal fuerza no cayendo en las provocaciones del líder de turno de ningún partido político. Me gustaría creer que a pesar del insólito y preocupante odio que esparcen las redes sociales en estos días, esa unión y muestras de solidaridad que vemos en muchos vídeos y fotos virales no forman parte de ningún postureo o estrategia para alimentar ningún tipo de ego. Pero el paso de los días me lo pone muy difícil. «Nada volverá a ser igual después de esto» dicen aquellos que se empecinan, como yo, en que esto nos cambie la manera de ver la vida. Ojalá sea así y el cambio sea a mejor pero…
@ManoloDevesa