El domingo que el mar se impuso a los gaditanos

Veinticuatro de Septiembre de 1958. Zona playera de Fernando Ballesteros y Cortadura. Cádiz se prepara para disfrutar de un domingo más en la playa. Los ciudadanos aprovechan los últimos días del verano antes de que el otoño haga su aparición climatológicamente hablando. Atrás quedarán las tardes de sol, de carreras de caballo, de meriendas y de relax con la familia. Los gaditanos se disponen a exprimir los últimos rayos de sol ignorando el tremendo susto por el que van a pasar.

Cuando el hambre aprieta y son las dos de la tarde, comienzan a observar con estupor como el nivel del mar comienza a subir de manera exagerada. Las olas golpean con fuerza llegando a romper el muro de contención donde se hallan las casetas de mampostería arrancándolas de cuajo y llevadas por el oleaje mar adentro. Los gaditanos comienzan a recoger sus cosas asustados ante un extraño fenómeno que no parece traer nada bueno. Las casetas no son las únicas que sufren las consecuencias de este repentino temporal en el mar. Los bares instalados en la playa comienzan a sufrir los daños de la fuerza del agua y todos corren para ponerse a salvo.

Sin embargo, una hora después todo vuelve a la normalidad y la playa vuelve a ser el refugio ideal de aquellos que se resisten a dejar el verano atrás. Es cierto que los técnicos preveían una fuerte marea pero para nada con consecuencias tan nefastas cómo estas. Nadie se explica nada y lo que esperan es que el Ayuntamiento de por terminada ya la temporada de baños.

@ManoloDevesa

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