Aprovechando la psicosis que está generando el Coronavirus en España, he recordado la epidemia de gripe, la mal llamada española, que nuestra ciudad también sufría en 1918 y que generó una auténtica hecatombe. Según algunos estudios, tiene su origen en las tropas militares hospitalizadas que terminan contagiando a la población civil. Por eso Astilleros o la Fábrica de Tabaco son centro de numerosos casos. De hecho el concierto matutino que tiene lugar en la Plaza de Mina llega a suspenderse por la cantidad de músicos que caen enfermos.
A pesar de todo, lo peor está por llegar. Diciembre sorprende con un alarmante aumento de defunciones. La psicosis se instala en la ciudad ante los más de mil barcos que con sus miles de tripulantes y pasajeros llegan a Cádiz. Ante semejante situación, el Ayuntamiento encabezado por el alcalde Manuel García Noguerol decide tomar cartas en el asunto. ¿Qué hacer con los enfermos que llegan en barco? Intentando no rechazar a nadie, algunos enfermos irán a parar hasta las casetas ubicadas en la calle Duque de Najera y Puntales y otros a los alrededores de la carretera Cádiz San Fernando. Sin embargo y en medio del nerviosismo y el miedo de la ciudad, cuando el edificio de la Barriada Obrera en Puerta Tierra y algunas casas del centro se abren al acogimiento de enfermo, los ciudadanos protestan enérgicamente incluso con algunos profesionales de la Medicina, de concejales del Ayuntamiento y de la propia prensa de la época.
El terror por el contagio da lugar a actos insolidarios impropios de los gaditanos que van desde chivatazos para expulsar de su lado a enfermos a cartas enviadas al alcalde en la que se pide que se suspenda por ejemplo el paso de las camillas de los contagiados por las principales zonas de la ciudad. El Ayuntamiento deciden crear lo que ellos denominan como policía sanitaria, para hacer un seguimiento a los viajeros que llegan para saber su procedencia y destino.
Como siempre, la fe es el último de los recursos y desde la prensa se llega a convocar visitas a la Iglesia de San Felipe Neri con el objeto de pedir que la epidemia remita. Tal y como hoy ocurre en los principales focos de infección como son Madrid, Vitoria, las consecuencias llegan a las escuelas que cierran y hasta los Carnavales son suspendidos por miedo a que el riesgo aumente. Se prohíben celebrarlos al aire libre, los disfraces y las caretas. Un hecho que enciende otra polémica, la de las muchas familias que aprovechan la fiesta para ver aliviadas sus ventas. Finalmente se pospone al domingo de piñata.
Finalmente, el 14 de junio de 1919, la epidemia se declara oficialmente extinguida. La ciudad va recuperando la normalidad poco a poco y sus ciudadanos la solidaridad que siempre la ha caracterizado.
@ManoloDevesa