Incluso cuando se la espera, la muerte siempre pilla de sorpresa. Llega en el momento en que uno echa mano de cualquier tipo de esperanza para que eso no suceda. Leyendo la prensa local de 1929 me topo con uno de esos titulares que a día de hoy pensaríamos que está pensado para la ansiada visita de portales virtuales. Un suceso que debió ser la comidilla de aquellos días de octubre de finales de los años 20. Lo que hoy les vengo a contar sucedió en Cádiz, en plena plaza de la Catedral. En el seno de una familia que fueron a encontrar la muerte donde menos se imaginaban…
Cuando la familia Péculo decidieron traerse a Cádiz un loro de las mismísimas Américas, jamás pensaron que con él habían comprado su billete para el otro mundo. Las hermanas Péculo vivían en el Cádiz de 1929. Aquel año por fin los teléfonos automáticos habían llegado a la ciudad. Los gaditanos decían adiós a las teleoperadoras que hacían la labor de ponerte en comunicación con la persona requerida para hablar directamente con ella. Fue ese mismo año que el Hotel Atlántico abría a las puertas del Parque Genovés y que la plaza del Mentidero veía la primera piedra del monumento a Cayetano del Toro. El mismo Cádiz que recuperaba su plaza de toros tras catorce años de ausencia. Un trágico suceso está a punto de suceder en una casa de la plaza de la Catedral…
La familia Péculo anda pachucha. Muy pachucha. Entre los vecinos hay murmuraciones. Hace días que no los ven por lo que entienden que andan chungos de salud. La sorpresa es mayúscula cuando tres de ellos fallecen de manera repentina. El juzgado instructor analiza los alimentos ingeridos después de que el doctor afirme que puede tratarse de un envenenamiento. Si la muerte de tres de los miembros de la familia conmociona a los vecinos, cuando el gato también fallece, los rumores se desatan ¿qué está ocurriendo en esa casa?
Comienza así una investigación que les lleva hasta la Plaza de Abastos para ver si alguna de las especias que allí venden puede tener algo que ver con las misteriosas muertes. Pero no es así. Todo da negativo. Ni siquiera los restos de comida que el gato había estado comiendo dan como resultado algo digno de ser tenido en cuenta. Sin embargo será otra muerte la que les saque de dudas: cuando descubren al loro americano también muerto, terminan entendiendo que una extraña enfermedad del ave contagió a los demás miembros de la familia produciéndoles la muerte.
@ManoloDevesa