El deber de la sociedad

La polémica como centro de atención es bastante efectiva. Los programas de televisión más frívolos son en el fondo los más vistos. Solo hay que dar una vuelta por el escaparate televisivo para darse cuenta de ello y hasta en nuestra fiesta grande, el carnaval, los pasodobles más polémicos son luego los más tarareados por el público. En política parece que la polémica y la provocación se han convertido, a falta de grandes iniciativas o programas donde realmente se trabaje por el bien de la sociedad, en la principal estrategia para determinados partidos que han conseguido a base de esto estar donde están.

VOX ha sabido moverse a la perfección en esta nueva estrategia basada en ver quién dice la burrada más grande. Burradas de las que en ocasiones se ha llegado a dudar incluso por la crudeza de las mismas porque en el fondo nos negábamos a que un partido político pudiese llegar a los límites que ha llegado el que lidera Santiago Abascal. Movidos quizás por el morbo que siempre arrastra la polémica, los ultra derechistas han sabido sacarle partido a esto y colocarse como el tercero más votado en las pasadas elecciones porque el tratamiento que le han dado los medios de comunicación y el debate generado a través de las redes sociales, les ha servido como la más eficiente de las campañas publicitarias. Sin embargo como todo en la vida, la estrategia dura hasta el momento en que se te va de las manos o destapa que más allá de una simple estrategia estamos ante un partido capaz de llegar a la provocación más salvaje y a la incitación al odio para defender sus ideales. De hecho las últimas declaraciones de varios miembros del partido ultraderechista lo han vuelto a poner en el centro de la polémica y la atención mediática.

Incapaces de defender el pin parental, (autorización que proponen para que los padres den su consentimiento o no a charlas con contenidos de valores éticos, sociales, cívicos morales o sexuales) desde la reflexión y el diálogo, los miembros del partido verde no han dudado en sacar de nuevo su arma letal: la provocación y el insulto para hacerse oír durante un pleno del Ayuntamiento de Madrid: «Aparten sus sucias manos de mi hijo, aparten sus marxistas deseos y apetitos sexuales de mi hijo. No les voy a permitir, y pierdan toda la esperanza, adoctrinar a nuestros hijos para convertirlos en enfermos como ustedes» ha dicho el ultraderechista Pedro Fernández dirigiéndose a la bancada de Más Madrid. Sin embargo si sus palabras eran del todo reprochables, las de Espinosa de los Monteros ha vuelto a traspasar todos los límites: «Hemos pasado de pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley» ha dicho con toda la parsimonia del mundo.

Más allá de ignorar o utilizar el silencio como coraza ante las graves palabras que van intentando normalizar en el imaginario colectivo, el deber de la sociedad debe ser la denuncia. El no callarse. No consentir que un partido político, por muchos votos que haya conseguido, pueda echar mano de la incitación al odio y darles alas a quienes discriminan o agraden directamente por cuestiones sexuales. Entre otras cosas porque mañana les puede tocar a usted y porque lejos de lo que ellos puedan pensar, el colectivo LGTBI continúa siendo víctima de la discriminación, de la burla y de esa violencia de la que ellos hablan y que no hacen si no legitimarla con su tosco y arcaico discurso.

@ManoloDevesa

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