Que Cádiz es una ciudad llena de leyendas de esas que tanto nos gusta en este blog es un hecho, que pocas hayan impactado tanto como esta que les cuento hoy tampoco es menos cierto. Aparte de la más que evidente desgracia que trajo a la ciudad los sucesos acaecidos la terrible noche del 18 de agosto de 1947 cuando la nitrocelulosa contenida en una partida de cargas de profundidad alemanas depositadas en la Base de Defensas Submarinas se descomponían a causa del calor dando lugar a la explosión de 200 toneladas de alto explosivo, la tragedia conocida como «La explosión de Cádiz» no ha hecho sino engrosar la lista de leyendas que pululan por la ciudad. Desde los fenómenos paranormales que años después se dice sucedían en la Institución Provincial Gaditana, antigua Casa Cuna donde murieron monjas y niños, a este que les cuento a continuación y que parece sacado de una novela de misterio e intriga.
Nuestro protagonista se llama José Moreno Rodríguez, un isleño que no duda en alistarse junto a otros compañeros a la División Azul, una unidad de voluntarios españoles dispuestos a luchar contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Para José no es ni mucho menos su primera experiencia en estas lindes. Ya en 1936 y con solo 17 años se alista voluntario en el Tercio de Requetés «Nuestra Señora de la Merced» de Jerez de la Frontera, para luchar durante la Guerra Civil donde fue incluso herido de bala. Ahora con 22 años vuelve a ponerse su uniforme con destino a Rusia en un viaje que comienza en un tren hacia Sevilla. Tras unos días en el «Cuartel del Carmen», su Batallón embarca finalmente con destino a Alemania. Cuando llega a Hendaya y dentro del protocolo de desinfección que hacen los alemanes a los recién llegados, José pierde su cartera quedando indocumentado hasta que en Alemania le otorgan una cartilla de identidad alemana.
Una madrugada y ya metido de lleno en su cometido, José se encuentra en una zanja acompañado de otro compañero hasta que de pronto el enemigo aparece cobrándose la primera victima: el tirador de una ametralladora al que José debe sustituir disparando a diestro y siniestro. Sin embargo, los rusos acaban disparando hasta alcanzarle por debajo de la clavícula izquierda y saliéndole por la espalda. Moreno cae al fondo de la zanja sin poderlo evitar con tan mala suerte que es recogido por los rusos que lo llevan prisionero y tras interrogarlo, lo meten en un cuarto con el suelo lleno de paja que junto a la sangre forma una especie de pasta que evita el desangre. Tras un tiempo ingresado en varios hospitales, José es trasladado al Penal donde pasa un largo cautiverio: desde el campo de «Karaganda» a esclavo de los rusos en el campo central de Moscú número «58 Potma» hasta llegar al 22 de enero de 1947 al campo 7149-2 de «Jarkov» donde trabajará en la brigada de montaje de la Fábrica de Trilladoras «Serp y Molot» hasta mayo de 1948.

Es durante ese período de tiempo, julio de 1947, cuando sucede algo verdaderamente sorprendente: en San Fernando se presenta un individuo diciendo ser José. Con sus padres ya fallecidos, el hombre va en busca de sus hermanos a quiénes localiza y les cuenta toda la historia: que había vuelto de Rusia tras estar prisionero y que a consecuencia de una herida en la guerra, tuvo que someterse a una operación en la cara. Fue su explicación al cambio físico. El hombre sabe cosas de la familia lo bastante íntimas como para convencer de que era quien decía y es alojado en casa de uno de los hermanos de Moreno, próxima a la carretera de la Carraca.
Sin embargo y aunque hace verdaderos méritos por parecer quién decía ser, su hermano Pedro no las tiene todas consigo. Desconfía de él y la gota que colma el vaso es la uña mala del dedo índice de la mano derecha que Moreno siempre tuvo y que el individuo no tiene. Eso le alerta tanto que no duda en acercarse a la Policía para explicarle todo. El usurpador es llevado a Comisaría para ser interrogado pero es tan listo y lo tiene todo tan calculado que todo parece correcto. Aun así la Policía decide llamar a antiguos miembros del Requeté, para escuchar los testimonios de compañeros de José durante la Guerra Civil. Éstos confirman el tiro sufrido por Moreno y afirman que tiene que tener por fuerza una cicatriz. Cuando deciden comprobar el sitio exacto donde debía tenerla, el misterioso hombre la tiene efectivamente en el mismo lugar. Hecho por el cual a pesar de las dudas que sigue teniendo el hermano, la Policía decide dar el caso por zanjado. El hombre que dice ser José Moreno vive en San Fernando junto a sus hermanos que, suponemos, van confiando poco a poco de que lo que dice es verdad…
Nos situamos en el día 17 de agosto de 1947. Un día antes de que Cádiz sufra la terrible explosión que acabará con la vida de 150 gaditanos y provoque más de cinco mil heridos. Ese día tendrá lugar un hecho que podríamos catalogar de leyenda ya que según dicen el misterioso hombre advierte a su cuñada Carmela algo verdaderamente revelador: «mañana no dejes salir a las niñas, ten mucho cuidado con ellas y tú no salgas a ningún sitio«. Al día siguiente, día de la famosa y terrible explosión, el individuo desaparece para no saberse nunca más de él.
No es hasta el 5 de abril de 1954 cuando el verdadero José Moreno llega a San Fernando siendo recibido por las autoridades y sus propios hermanos que enseguida le cuenta todo lo sucedido con el misterioso hombre. José es llevado a Comisaría más adelante para interrogarlo por el extraño suceso. Él le dice que no sabe nada más que lo que sus hermanos le han contado. Así que la Policía lo deja en libertad. No es hasta 1980 que la Dirección General de Policía deja de interesarse sobre él y su comportamiento. A partir de ahí y con 35 años José comienza una nueva vida tras todo lo pasado.
Según cuenta José Antonio Aparicio, investigador de la explosión de Cádiz, que da por cierta la historia de José Moreno, el misterioso suplantador es finalmente detenido aunque meses antes de la terrible explosión por lo que se hace imposible que pudiese preveer lo que iba a pasar en Cádiz. Está seguro que aquello forma parte de una leyenda más de las que recorren nuestra trimilenaria ciudad…
Información cogida de «El Guichi de Carlos»