La solución al juego de esta semana era, como muy bien apuntaba una lectora, Enrique de las Marinas. Una calle que tal y como apuntaba la primera pista en la antigüedad se llamó “Cabo Chico” por la cercanía a la punta de tierra ubicada en lo que luego sería el Baluarte de Candelaria. También se la llamó “Atahona de los fideos” o «Calle del Fideo» tal y como aún consta en la esquina de Plaza de Mina con la propia calle.
Enrique de las Marinas fue el lugar escogido para dos nombres importantes de la ciudad: Don José Vargas Ponce y el General Freyre, protagonista de los acontecimientos del 10 de marzo de 1820, con motivo del juramento de la Constitución. Éste último concretamente en el número 3. El tiempo hace que la calle vaya cambiando de nombre hasta denominarse Enrique de las Marinas en homenaje al famoso pintor gaditano de nombre real Enrique Jácome y Breca, y que decide apellidarse de las Marinas por la cantidad de obras pictóricas que realizó ante la llegada de los numerosos navíos que procedían de las Indias.
En el apartado de anécdotas o leyendas, hablando de esta calle, el gaditano José Manuel Serrano Cueto contaba en su Cádiz Oculto la de una familia compuesta por una mujer y sus dos hijas de 8 y 11 años, que cada Navidad viajaba de su Málaga natal a la tacita alquilando habitualmente la misma casa. Aquel año y debido a que ya estaba alquilada, decidieron ubicar su hospedaje en una de la calle Enrique de las Marinas.
Según cuenta Serrano, desde un primer momento a la madre no le dio buena espina la casa. Se sentía vigilada y desde que había llegado su salud se había debilitado. Una mañana y mientras desayunaban observaron como un cuadro caía inesperadamente casi a sus pies. Pese a que este hecho en cualquier casa hubiese pasado desapercibido, a ella le impacta por las malas sensaciones que le transmite. Para más inri, las niñas enferman con numerosos vómitos y aunque también en otras circunstancias este hecho podría ser simplemente casual, probablemente la sugestión de la madre hace que se plantee seriamente su estancia allí. Está convencida de que algo en la casa le está invitando a irse. Por eso y tras hablar con el amigo que le ha conseguido la casa, él le rebela que una mujer que “echaba las cartas” pudo haber vivido allí anteriormente. El caso es que cuando llegado el momento la madre y sus hijas se marchan de la casa, los problemas de salud cesan. ¿Casualidad, sugestión o realidad?
@ManoloDevesa