Recuerdo que cuando la Residencia del Tiempo Libre se cerró a cal y canto por un presunto brote de legionella yo vivía por los alrededores y para mí, creo que como para el resto de gaditanos, fue un gran impacto pensar que uno de los edificios mejor situados de la ciudad cerraría sus puertas, a saber hasta cuando. Aquel 14 de noviembre de 2007 el tiempo en aquella mítica Residencia se paró. Lo del foco de legionella nunca se demostró pero el caso es que el Paseo Marítimo de Cádiz se quedó sin uno de sus edificios más emblemáticos. En mis vueltecitas por la playa, recuerdo la envidia que me provocaba escuchar el jaleillo que en la Residencia del Tiempo Libre tenían. Música, risas y chapuzones frente al mar. Un auténtico lujo que a muchos nos hacía subirnos incluso a las pequeñas murallas que separan el paseo de la playa en un intento desesperado por ver cómo era su interior.
La Residencia del Tiempo Libre se ha convertido en un edificio abandonado más. A pleno pie de playa de una ciudad costera. Una auténtica locura sin sentido alguno que dura ya doce largos años y que es fruto sobre todo del infernal mundo de la burocracia. También de la desidia política, todo hay que decirlo. Parece que antes de que acabe el año podrá salir a subasta. De modo que a menos que corra la misma suerte que el del Carranza, pronto podríamos ver movimientos en el mítico edificio.
Sin embargo, si el cierre de la Residencia dejaba en Cádiz un hueco bastante grande en cuanto a ocio y por consiguiente económico, su recuperación nos deja alguna víctimas por el camino, que hay que estar en su pellejo para poder entenderlas. Ya el cierre de la «Heladería Mira» nos puso en preaviso. ¿Cómo una terraza que siempre estaba a rebosar había llegado al cierre? Es una de las consecuencias de la venta del edificio: el desalojo de todos sus bajos comerciales. Así que desde la Junta de Andalucía ya se ha anunciado el desahucio de otros dos negocios: la cervecería-marisquería Baro y el local de al lado que hasta ahora se han resistido al desalojo obligado para la venta del edificio. Con un retraso de tres años, ya que los contratos de prestación de servicios de la cervecería y la marisquería expiraron el 31 de diciembre de 2015, la Junta se ha visto obligada a ducha orden para dar solución al que puede convertirse en uno de los gigantes del paseo marítimo. La pregunta ahora es: ¿Quiénes se la dan al problema que supone cerrar un negocio en una zona tan privilegiada de Cádiz?
@ManoloDevesa




