La modernidad o estupidez humana, elijan ustedes el término que mejor les parezca, terminará por extinguirnos a nosotros mismos. Eso en el mejor de los casos. En el peor, nos quedaremos en este plan donde cada vez es más difícil escribir, hablar, hacer humor o simplemente opinar públicamente de determinados temas porque lo políticamente correcto ha terminado con cualquier intento de expresión.
Os lo digo de verdad. En pleno 2019 hay temas en los que uno no termina de sentirse libre para poder escribir u opinar. Mas que nada porque los que lo han hecho han servido de víctimas de ataques realmente lamentables por parte de un sector de la sociedad.
La obsesión por lo políticamente correcto nos está llevando a situaciones realmente alarmantes y que rozan ya el surrealismo. El último ejemplo es el ocurrido hace unos días tras la reposición de la serie Verano Azul en La 2 de TVE. Uno de sus protagonistas, Piraña, se convertía en TT a raíz de la petición de Jesús Arroyo, colaborador tertuliano de varios programas de televisión, que pedía la retirada de la serie por dicho personaje del que dice que sufría desorden alimentario y es llamado «Piraña» entre las risas de sus compañeros. Dice que al menos se debería poner algún tipo de advertencia en esas escenas. No sé, querrá que pongan dos bocadillos de mortadela en plan rombos de los antiguos supongo…
Mi teoría de que esto sea solo una estrategia para criticar precisamente la corrección política se convierte en mi única esperanza. Porque me niego a pensar de que hayamos llegado ya a estos niveles de imbecilidad tan altos. Ya no es que nos la cojamos con papel de fumar, es que esto va mucho más allá. Va más allá de las risas que el temita pueda haber provocado. Va hacia una realidad que no debería al menos desatar ningún tipo de risas si no más bien todo lo contrario. La corrección política nos ha coartado la libertad de expresión. Cada palabra o frase es cuestionada al milímetro dificultando en muchas ocasiones la tarea de gremios que viven de esto: escritores, redactores, columnistas, humoristas o autores musicales que se ven cada vez con menos libertad a la hora de realizar su trabajo.
Una cosa es analizar situaciones pasadas que hoy día serían inaceptables o suavizar términos o comportamientos que resultan violentos en la España de 2019 y otra cuestionar absolutamente todo hasta el punto de hacer imposible determinados discursos. Rozar lo esperpéntico y lo ridículo. Dejar en evidencia a personas que solo muestran su opinión y con la que a veces estamos incluso de acuerdo. Pero nos puede el buenismo y la corrección política. La misma que ha terminado sustituyendo la espontaneidad del individuo por el postureo puro y duro dando lugar a una sociedad superficial más empeñada en aparentar ser lo que no es que en aceptarse a sí misma.
NOTA: No he podido encontrar un vídeo mejor en las redes sociales, que éste, que define a la perfección el momento por el que pasamos y el tema al que hoy me refiero.
Mirad lo que me han enviado. 🤣
Tiempos fáciles crean a hombres débiles. pic.twitter.com/h8fbQkAIgK— Ivette (@psyqueshake) August 2, 2019
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@ManoloDevesa