El mundo del fútbol español sufría un duro golpe este fin de semana con la muerte del futbolista José Antonio Reyes de solo 35 años. El deportista sufría un accidente de tráfico que le costaba la vida a él y a uno de sus dos acompañantes. El propio Sevilla FC, que le vio nacer como futbolista, daba la noticia: “No podríamos ofrecer una noticia peor. Ha fallecido en accidente de tráfico nuestro querido canterano José Antonio Reyes. Descanse en paz”. El accidente se producía sobre las 11.40 horas en la autovía A.376, de Sevilla a Utrera, al salirse de la calzada e incendiarse el vehículo en el que viajaba.
A partir de ahí, la prensa, la radio y la televisión hablan de un chico joven que había conseguido fama incluso a nivel internacional. Que había pasado por equipos tan fuertes como el Sevilla, Real Madrid, Atlético de Madrid o en el Extremadura, entre otros. Las condolencias van sucediéndose rápidamente y las redes sociales lamentaban la pérdida de alguien con un brillante futuro profesional.
Sin embargo, la principal causa del accidente, que parece haber sido un exceso de velocidad, pues Reyes llegó a alcanzar los 237 km/h en una vía limitada a 120, debería cambiar el discurso en torno al ya desaparecido futbolista. La velocidad eran tan alta que el golpe contra los bloques de una obra provocaron el incendio. Para colmo, se habla de que la presión de las ruedas podría no haber sido la correcta ya que el coche no era el habitual. Una auténtica calamidad.
Cuando digo que el discurso sobre Reyes debería cambiar radicalmente a partir de conocerse las causas del accidente, no me refiero a ignorar ni mucho menos su indiscutible calidad humana y profesional. Pero sí se debería poner en relieve el precio de la imprudencia ante el volante. Porque por duro que parezca cuando las paga el propio que las comete, las consecuencias son duras y tristes pero si encima las pagan personas ajenas a ella, son además injustas. Reyes ha sido victima de su propia imprudencia y es lo que debería quedar de esta triste noticia. Por encima de su temprana edad para fallecer, que nunca hay una ideal para hacerlo. Las impudencias se pagan aunque en nuestra cabeza no entre el que a nosotros nos pueda ocurrir en cualquier momento.
La desaparición de Reyes, futbolista querido y carismático, debería funcionar como la mejor campaña de tráfico, ahora que llegan las vacaciones. Pero no lo hará y a la suya se sumarán más muertes que tendrán como principal causa la imprudencia. La misma que puede robarle de un plumazo la vida incluso a quien se empeña en cumplirla. DEP
@ManoloDeve