De los dobladillos de la Punta a cuando se convirtió en centro de la movida gaditana

El fin de semana ya está aquí y, les confieso que comienzo a perderle la pista a la actual movida gaditana. Prometo no ponerme en plan abuelo contando batallitas pero en mis tiempos, la plaza de España antes y la plaza de Mina después, se convirtieron en lugar de encuentros y botellón (¿por qué no decirlo?) en plena década de los 90. ¿Pero qué hacéis toda la noche de pie? me preguntaba inocentemente mi tía. El caso es que la hora de quedada era sobre las once de la noche y entre una cosa y otra, saludos, charlas y un chupito en el mítico Albanta, en los alrededores de la plaza de España, nos daban las dos o así hasta que tirábamos para la Punta de San Felipe. Allí nos esperaban la pizzería Nino, que tanto bien hizo a muchos de los que a intempestivas horas de la madrugada devoraban un trozo de pizza como si no hubiese un mañana, el Excalibur, el KM donde éramos prácticamente fijos cada semana y, como no, el anfiteatro, hoy reconvertido en el Momart.

… la hora de quedada era sobre las once y entre una cosa y otra, saludos, charlas y un chupito en el Albanta nos daban las dos o así hasta que tirábamos para la Punta de San Felipe.

Pero hubo un tiempo en que en la Punta de San Felipe no había movida alguna más allá de los fantásticos dobladillos que algún que otro domingo saboreaba junto a mis padres y hermanos en lo alto de aquella peculiar terraza. No éramos los únicos ya que muchos gaditanos se iban para allá en los días de invierno en los que el sol nos calentaba. La caña de pescar a un lado y la de beber a otro. Un fanta y un dobladillo que nos sabían a gloria. Aquello, lo de del dobladillo, no era más que caballa, tomate y mayonesa entre dos rebanadas de pan. La maravilla de la sencillez.

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El bar que, a día de hoy continúa en la Punta de San Felipe, a finales de la década de los 80

Sin embargo en 1993, la Punta de San Felipe se renovaba completamente estrenando numerosos locales destinados al ocio. En la inauguración, en torno a las ocho de la tarde de un día de julio, el por entonces alcalde Carlos Díaz, el presidente de la autoridad portuaria Agustín Domínguez, el de Horeca, Antonio de María y el padre Marcelino Martín, acudían a inaugurar una zona repleta de bares y discotecas. ¿Un cura bendiciendo algo así en plenos años 90? Así es. Ayer mismo…

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En sus mejores tiempos, a la Punta era imposible ir a pesar de sus elevados precios.

Sin embargo y aunque la intención de esta nueva zona era separar los bares donde se consumía alcohol del resto de la ciudad, hay algo que, sin duda, se convirtió en la principal razón del nacimiento del llamado botellón: los elevados precios de las copas en los diferentes pubs. Por lo que los jóvenes optaron por comprar la bebida fuera, bebérsela y entrar solo a bailar, relacionarse o directamente ligar.

El presente de la Punta de San Felipe no es muy halagüeño y la oferta de ocio de Cádiz brilla por su ausencia. Se ha acabado prácticamente con el botellón pero es imposible en pleno verano, por ejemplo, permanecer en una terraza más allá de las dos de la mañana. Los tiempos han cambiado, la gente trabaja el sábado por la tarde y suelen cenar más tarde. En una maravillosa noche de agosto donde las temperaturas te invitan a estar en una terraza, es de vergüenza que llegada las dos de la madrugada, uno tenga que beberse de un trago su copa por temor a que multen al que no hace otra cosa si no ganarse la vida trabajando.

@ManoloDevesa

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