Paseo por la calle Columela. Va uno con el móvil mirando cuántas personas han leído el artículo de turno y de repente… ¡zas! una paloma casi te cruza la cara. Cuerpo abajo. Coño, a punto ha estado. La confianza que han cogido con los humanos me produce cada vez más preocupación. Me imagino la escena de la cabina de «Los Pájaros» de Hitchcock pero sin cabina. ¿Quién usa una cabina hoy, carajo?. Unos pasos más, mi vista se dirige al pobre cadáver de una paloma que yace en la carretera destrozada porque un vehículo la ha atropellado. Cada día son más.
Dejando aparte los traumas que uno tenga de su afición al cine de terror o lo exagerado que pueda parecer, lo cierto es que el tema de las palomas en Cádiz comienza a preocuparme no solo a mí sino cada vez a más gente. Preocupa a los hosteleros como los de la plaza de la Catedral que ven como las aves acuden a la terraza a molestar a sus clientes y preocupan a éstos que, ornitofobias aparte, no están dispuestos (con toda la razón del mundo) a aguantar un tapeo esquivando palomas. Concretamente unas 9500 sobrevuelan nuestra ciudad en la actualidad. Una auténtica barbaridad.
Sin embargo si alguien tenía las esperanzas puestas en el plan municipal de desterrar a las 5.000 palomas que sobran, puede ir asumiendo que finalmente no podrá llevarse a cabo ya que la empresa adjudicataria encargada de llevárselas, no ha podido documentar qué haría con ellas, una vez trasladadas al levante español donde tenía previsto soltarlas.
Así que con este panorama y con la amenaza que supone una reproducción a razón de medio centenar a la semana, las administraciones nos amenizan con un clásico de todos los tiempos. El Ayuntamiento que si estaba a la espera de unos papeles de la Junta. La Junta que acaba de llegar y está practicamente aterrizando y la oposición que se frota las manos ante lo que ellos consideran «una muestra más de la mala gestión del equipo de gobierno».
Así que mientras cada uno intenta sacar rédito político en tiempos preelectorales, los gaditanos nos enfrentamos a un problema de difícil solución. La proliferación masiva de unas aves que pueden trasmitir múltiples enfermedades infecciosas. Hablamos de daño pulmonar, neumonías, hepatitis e incluso afección cerebral. Las también llamadas «ratas voladoras» tienen en sus plumas y sus excrementos sus principales focos de infección transmitiendo hongos, bacterias y parásitos. La inhalación de los excrementos en forma de polvo o el contacto directo con ellos constituyen el mayor peligro.
No hablamos de temas banales como el alumbrado de una fiesta o las inverosimiles promesas electorales. Hablamos de algo tan importante como la salud y ahí tienen los que pretenden gobernar nuestra ciudad, tanto Gobierno actual como Oposición una oportunidad de lujo para demostrarnos que de verdad están ahí para servir a la ciudad y no para vivir de ella.
@ManoloDevesa