El debate de la calidad del concurso este año parece ser general. De las ciento cuarenta agrupaciones que se presentan al concurso, en nuestra retina quedarán como mucho unas quince o veinte y a medida que vayamos creciendo nos iremos acordando de unas pocas solo.
Es cuando escucho a mis padres hablar de Paco Alba, El Peña y el Masa, Adela del Moral o Antonio Martín, cuando siempre pienso en los ciclos de la vida. Los que acaban y los que comienzan. En el carnaval también ocurre lo mismo. Me temo que estamos asistiendo al fin de un ciclo en nuestra fiesta y dando la bienvenida a otro que nos cuesta asimilar.
Anoche mismo supimos que Tino Tovar no volverá finalmente al concurso como la chirigota del Love hizo la noche del domingo. En los últimos años hemos asistido a la marcha de grandes nombres de la fiesta: desde Jesus Bienvenido, Luis Rivero, Joaquín Quiñones o el mismísimo Antonio Martín. Autores que nos han ido dejando un buen porrón de coplas que, hoy día, seguimos cantando y tarareando ahora con esa sensación de nostalgia. La misma que nuestros padres deben sentir cuando escuchan a Pedro Romero, ven a El Sopa o El Libi. Lo que nuestros antepasados debieron sentir por Agüillo o El Tío de la Tiza.
El ciclo que ahora comienza necesita un tiempo para asentarse. No significa el fin del carnaval ni mucho menos aunque nos vayan faltando nombres que todos hemos admirado y que seguimos echando de menos. Probablemente los nuevos grupos que van surgiendo, sean los más preparados. Son los que han bebido de las coplas de ayer y de antes de ayer gracias a la tecnología y tienen la difícil misión de adaptarse a los nuevos tiempos, los de la inmediatez de las redes y sus variadas opiniones. Pero inevitablemente necesitan su tiempo para encontrar su hueco y su estilo. No es fácil ni mucho menos.
Yo pertenezco a la generación que presenció la competición de grupos como los de Martínez Ares con Antonio Martín, que le dio tiempo a ver al Peña y al Masa, al cuarteto de Rota y al Libi poniendo el teatro bocabajo con sus ocurrencias. Que disfrutó lo más grande viendo a Los Cubatas y a las Momias del Love. Sin embargo, el fin del ciclo que dejó nombres como algunos de los mencionados, supuso el comienzo del que ahora vivimos. El que nos ha dado la oportunidad de conocer a nuevos grupos que comienzan poco a poco a tener su propio público: desde la chirigota del Molina a la del bizcocho, desde la comparsa de Kike Remolino a la de Juan Carlos Aragón. Cualquiera pensaría que tras el adiós de Ares, Quiñones o Martín, la modalidad de la comparsa se resentiría. Nada más lejos de la realidad. De hecho es la niña bonita del carnaval por encima de las tan conocidas chirigotas.
Si el carnaval sobrevivió a la marcha de todos los grandes que se encargaron de engrandecerla, estoy seguro que volverá a ocurrir aunque a veces tengamos la sensación de que esto se acaba. Al margen de que haya años mejores o peores, el ingenio y la capacidad de arriesgar terminarán por dar sus frutos. Sin ir más lejos, Martínez Ares necesitó diez largos años para conseguir un primer premio o el mismísimo Paco Alba que tardó seis.
@ManoloDevesa