El fresquito que inspiró a J. R. Jímenez y otros secretos de la plaza San Francisco

Hoy nos paramos en una céntrica plaza del casco histórico gaditano. Centro de tertulias en sus bancos, de copas y cafés en sus terrazas y de días inolvidables como el que se vive en una boda, la plaza San Francisco se llamó siempre así por el convento del mismo nombre que la preside desde que en 1566 se fundase. La plaza se divide en dos: San Francisco y «Virgen de Loreto», por la advocación que figura en la capilla de la V.O.T. de San Francisco. Sin embargo, esta última que va de Tinte a la calle San Francisco, no siempre se llamó así. Hubo épocas en las que se la conoció bajo el nombre de Velázquez y Calvo Sotelo. Tras la llegada de la II República, la plaza es rebautizada como Galán y García Hernández en homenaje al alzamiento no secundado que ellos mismos efectuaron el 12 de diciembre de 1930. Dos días después son fusilados en Huesca.

Como curiosidad, la torre del Convento tiene su historia ya que está hecha de los cantos y piedras sacados del Campo de la Jara, terrenos cultivables que en los siglos XVI y XVII había en la plaza de San Antonio.

Continuando con el convento, fue San Francisco de Asís el fundador de la Orden de Menores, Monjas, Clarisas y Seglares. Tras su muerte en octubre de 1226, su canonización es de las más rápidas que se recuerdan. Por el monasterio pasan personalidades de la talla del Conde de Essex, quien bajo su mando nuestra ciudad es asaltada y saqueada por la flota anglo-holandesa o el famoso fraile Pedro de Abreu, quien durante su estancia en el convento escribe partes de su polémica obra sobre el saqueo de los ingleses a Cádiz en 1.596.

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El hotel Francia y París de la céntrica plaza de San Francisco.

En plena plaza de San Francisco y en el hotel Francia y París tiene lugar nuestra siguiente historia, aquella que acoge ni más ni menos que a Juan Ramón Jiménez con su mujer en junio de 1916. Será durante esos días en los que escriba el poema Diario de un poeta recién casado en los que dedica a nuestra ciudad las siguientes palabras:

¡Verano andaluz! ¡Cómo olvida el cuerpo lo que deja, o lo que le deja! ¡El recuerdo del cuerpo; mujer!

 Este fresquito de Cádiz es el fresquito más alegre, más abierto, más alto que ha sentido mi carne nunca en el verano. Se diría que el airecillo surte del mar, como de su centro, que él mismo es otro mar de aire que sube y anega y sepulta este montón de limpieza, de colores claros –este blanco con verde chillón, únicos-, de finura; que estamos en un aireario ideal, dentro del aire, que fuera como el alma del aire, cuya vestidura, desnuda ella, se le hubiera caído al suelo.

 …Y digo alto, abriendo inmensamente el pecho al aire, por la calle estrecha –sucesión de claridades, encaje de matices suaves-: ¡Qué fresco tan rico! ¡Qué fresco tan rico!

 Y un loro grita en un balcón: “¡Qué fresco tan rico” “¡Qué fresco tan rico!”

@ManoloDevesa

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