Hace frío. Hoy no hay colegio. Mamá y papá junto a la abuela se han levantado temprano. Sus rostros eran más serios de lo habitual. Mi abuela se queda con nosotros pero mis padres van directamente para el cementerio. Es 1 de noviembre y como cada año, nuestros familiares que ya no están reciben la visita de los que aún se acuerdan de ellos. Lo hacen para llevarles flores, limpiarles el nicho y rezarles, seguramente, mientras recuerdan lo felices que fueron con ellos antes de su marcha.
En realidad el protocolo de aquellos días de los Difuntos de mi infancia debían ser horribles. Era como meter el dedo en la llaga. Como el responso después de la noche en el tanatorio o como la misa de la semana después. Algo que te recuerda más allá de tu propia memoria la cruel marcha de un ser querido. En mi pequeña cabeza por entonces pensaba que aquello estaba predestinado a desaparecer. Como los velatorios en casa…
Recuerdo el olor a flores y a velas encendidas mientras me daba el atracón de nueces yvellanas. Mi abuela se los solía poner a sus familiares en su dormitorio mientras le rezaba un padre nuestro. Debe ser por eso que el olor a flores a mi me recuerda al Día de los Difuntos, a cementerio. A día triste y gris. A frío y a silencio.
En 2018 las cosas han cambiado bastante. Lo más chocante es que en Cádiz capital no existe ya cementerio. Ni siquiera ese famoso parque que iban a hacer sobre él y del que nos mostraron incluso los planos en un reportaje de la prensa con todo lujo de detalles. Ahora, los que trasladaron los restos a Chiclana deben ir hasta allí y los muchos que se decidieron por la incineración pueden quedarse incluso en su casa.
Los comercios abren con la mirada puesta no ya en la venidera campaña de navidad si no en el Black Friday, un invento más importado que nos empuja al consumismo más brutal. Allí lo hacen un viernes. Aquí podemos llevarnos hasta cuatro días. Las copias ya se saben…
El Día de los Difuntos de hace unas décadas se vivía en la intimidad en medio de una nube de recuerdos y una triste sensación de soledad. Hoy las redes sociales nos valen para mostrarle al mundo lo que extrañamos a los que ya no están entre nosotros, alguno de ellos aún presentes entre nuestros contactos mirando las cientos de instantáneas que la tecnología de la fotografía nos ha proporcionado.
Yo a los míos les echo en falta siempre. No me hace falta un 1 de noviembre, un aniversario o una cena de Nochebuena. A los que se fueron y su marcha tanto me marcó, los recuerdo casi a diario. En medio de cualquier conversación, de unas risas o en el silencio de una noche.
@ManoloDevesa