Mientras que en el PP andan estrenando nuevo presidente tras la marcha de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez continúa aplicando sus decisiones políticas con no pocas críticas sacando a la calle a la parte más conservadora de nuestro país.
Con este escenario y todo, España anda dividida en un apasionado a la vez que crispado debate sobre si los restos de Franco deben salir o no del Valle de los Caídos. Ver escenas como las vistas estos días hace una idea de lo que ha sacado de nuestra sociedad la llamada política de gestos.
Por ejemplo en Cádiz la entrada de José María González al Ayuntamiento puso por fin voz al sector más conservador de la ciudad. El mismo que calló durante dos largas décadas y se encargó de renovar su confianza cada cuatro años al equipo de gobierno liderado entonces por Teófila Martínez. No solo hablamos de la ciudadanía si no de una gran parte de la prensa gaditana que decidía situarse ideológicamente sin complejo alguno con titulares tan sorprendentes que a veces ha costado creer que no se trataba de ningún fake.
Con la llegada de Kichi al escenario político de la ciudad hemos podido entender que su aspecto un tanto desaliñado de los primeros tiempos no era más que la marca de un partido cuyo principal objetivo era diferenciarse de los demás. Ya el propio Pablo Iglesias se encargó de dar a conocer que su ropa era de «Alcampo». Su intención no era otra que dejar claras su señas de identidad. Por eso, no solo se desprendían de las corbatas sino incluso de los habituales trajes para vestir con ropa más normal y corriente. Pura estrategia electoral que les sirvió en muchas ocasiones para sacar a relucir la parte más clasista de nuestra sociedad.
… su aspecto un tanto desaliñado de los primeros tiempos no era más que la marca de un partido cuyo principal objetivo era diferenciarse de los demás.
El Ayuntamiento de Kichi ha sido el de los gestos. La mayoría de ellos encaminados a provocar reacciones, ya fueran buenas o malas y de las que sin duda, hemos aprendido mucho. Les pongo un par de ejemplos: José María González decide jurar su cargo, al igual que lo hará años después Pedro Sánchez, sin crucifijo ni Biblia y aquí se arma la de Dios (nunca mejor dicho). A la sociedad le cuesta entender que es igual de respetable que un político utilice unos símbolos cristianos en los que cree para jurar su cargo como el hecho de prescindir de ellos si así lo cree conveniente. Aunque parezca increíble hasta 2014 no había opción a poder elegir. Pero desde esa fecha el Rey, con el objetivo de cumplir con la libertad religiosa que decreta la Constitución, cambiaba un protocolo que mucha gente sigue mal entendiendo como incorrecto.
Lo mismo ha ocurrido con el tema de las banderas que daría para varios artículos de opinión. Dejando a un lado la española, que tantos quebraderos de cabeza da a algun@s más que a otr@s, podríamos hacer mención a la del Orgullo Gay que ha ondeado en el Ayuntamiento por primera vez como un guiño a un colectivo que sigue sufriendo la discriminación de una parte de la sociedad. Ese gesto ha provocado un aluvión de comentarios que han sorprendido por su alto contenido homófobo poniendo en evidencia la creencia de que algo como la homofobia ya no existe en la sociedad de hoy.
El eslogan «Donde dije digo dije Diego» no entiende ni de izquierdas ni de derechas.
En estos tres años los gaditanos hemos aprendido también a saber que la política nunca puede contentar a todos. Lo que a mí me puede parecer una excepcional decisión, para otros puede ser totalmente nefasta. Sin embargo, el eslogan de «Donde dije digo dije Diego» no entiende ni de izquierdas ni de derechas. A Kichi podríamos recordarle algunas de sus promesas hechas en campaña que han quedado en el mismo saco roto que las de Rajoy o Pedro Sánchez cuando llegó a la Moncloa. Algo que provoca en masa la decepción de muchos de esos ciudadanos dispuestos a confiar en un determinado partido político.
A nivel nacional, dos decisiones han marcado los primeros días del Gobierno de Pedro Sánchez: el acogimiento del barco «Aquarius» y su temido efecto llamada y la decisión firme de retirar los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos. Ni toda la corrupción surgida en los principales partidos políticos de este país ha suscitado tanta reacción como con estas dos decisiones. Pan y circo, que decía aquel.
El tema de la llegada de los inmigrantes es tan complicado como vergonzante me ha parecido algunos de los comentarios que hemos tenido que escuchar en la calle. Aquellos que se ponen las manos en la cabeza por el dinero destinado a estas personas son las mismas que han asistido con total indiferencia al saqueo de nuestras instituciones por parte de determinados partidos politicos. No se les ha visto el pelo. Temían, dicen, el efecto llamada que, efectivamente, ha dado lugar pero ¿cuál era entonces la solución? ¿Mirar hacia otra parte? ¿Dejarlos morir en el mar? La xenofobia disfrazada de preocupación por tu país…
En cuanto a la imagen de esos ciudadanos con el brazo en alto sosteniendo la bandera franquista ante la retirada de Franco del Valle de los Caídos que hemos podido ver estos días atrás, la imagen no ha podido ser más esclarecedora. España ha cambiado evidentemente en estos cuarenta años. Faltaría más. Pero desde luego no tanto como en un principio podría ser. Quien tuvo… ya saben.
@ManoloDevesa