No les quepa la menor duda. Si hay un dulce que comerá hasta reventar en estos días son las torrijas, los dulces típicos de Semana Santa elaborados con productos tan básicos como el pan, los huevos, el azúcar o la leche. Sin embargo ¿sabemos su origen? ¿Cómo surgió y como evolucionó hasta llegar a convertirse en el postre típico de Semana Santa?
La primera época que podemos hacer referencia es la Edad Media. Las torrijas – o torrejas como se decía por entonces – solían ayudar a las parturientas al dar a luz y favorecer su recuperación tras el parto. Lo conseguía su aporte calórico, así que ya puede imaginar lo que el dulcecito en sí engorda. Se preparaban con pequeñas rebanadas de pan acompañadas de una copita de vino. Las primeras recetas podemos encontrarlas en el Libro de Cozina de Domingo Hernández de Maceras de 1607. Su nombre viene de la palabra “torrar” que en latín significa tostar. De hecho durante épocas se llamaron “tostadas” o “torrejas”.
Pero ¿cómo como llega a convertirse en el dulce típico de Semana Santa? Para empezar es lógico que las torrijas se asocien con tiempos de escasez económica, ya que hablamos de algo tan básico como el pan que además debe estar duro.
Aunque ya hoy afortunadamente las normas de ayuno y abstinencia han ido desapareciendo, hubo una época en que en Cuaresma era muy habitual y casi una obligación. Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Viernes Santo se comía solo una vez al día y por supuesto nada de carne los viernes de Cuaresma, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Excepto las embarazadas y enfermos, los demás debían ayunar si se consideraban buenos cristianos.
Este ayuno conllevó a la sobra de alimentos como el pan. Para no tirarlo y aprovecharlo en unos tiempos en que había que hacer malabares para poder llevarse algo a la boca, surgen las torrijas. Con solo agregar al pan leche y huevos, ya la teníamos hecha. Si encima su aporte calorífico era más que generoso, el ayuno se llevaba mucho mejor.
@ManoloDevesa