Sitúense en 1709. En Lund, al sur de Suecia es sepultado Peder Winstrup, obispo de la catedral y uno de los padres fundadores de la Universidad de Lund. Atrás quedan sus enfermedades cardiovasculares, gota, cálculos biliares, enfermedad de Forestier-Rotés, caries, diabetes y probablemente hasta tuberculosis. Vamos, un canastito de chucherías el pobre hombre. Peder muere postrado en su cama, a los 74 años de edad y es sepultado en un panteón familiar, en la catedral de Lund.
Hasta ahí y por más duro que nos parezca, no deja de ser una historia más de las muchas sobre personas que viven a pesar de sus diversas enfermedades y que acaban sus días en una triste cama.
Sin embargo la historia del obispo comienza a cobrar importancia cuando en 1833, más de un siglo después de su muerte, el coro alto del templo es demolido y parte del panteón familiar también. Cuando abren su ataúd descubren un cuerpo en un estado de conservación excepcional. Para sorpresa de los investigadores, comprueban que el cuerpo no está embalsamado si no que está momificado de forma natural con aire seco. Entre otras razones, el hecho de que muriera en diciembre y fuese enterrado en enero, los meses más fríos del año, también ayudó. En el féretro había plantas, lo que seguramente protegieron al cadáver de los insectos…
