Dicen los dichos más trasnochados que el hecho de casarse es como ir la horca. Pero probablemente Juan de Baldes Sumontes tuviese una opinión bien distinta puesto que precisamente por no pasar por la vicaría, acabó ingresando en la comisaría.
15 de mayo de 1644. El escribano Juan de Gallegos se dirige a la cárcel de Cádiz para enfrentarse a un curioso caso. Son las diez de la mañana de un resplandeciente domingo. Ya son ganas de ocuparse de un caso tan peculiar como el que le ocupará parte de la jornada festiva. Cuando llega al lugar, Juan se encuentra con su tocayo de apellido Baldes, que parece algo contrariado. Se le acusa de incumplimiento de matrimonio.
En el lado de la acusación, Juana Pacheca, una gaditana que no duda en dar la versión del motivo de su denuncia: según cuenta, el señor de Baldes se pasa el día en su casa entrando y saliendo. Comiendo y durmiendo en ella. El denunciado se muestra visiblemente sorprendido: es verdad que entra y sale de su casa pero pagando como un huésped más y afirma que jamás le ha dado su palabra de casamiento.
Viendo la seguridad que muestra la mujer, Juan le lanza una seria advertencia: en el peor de los casos que tuviese que contraer matrimonio, puede tener claro que jamás vivirá con ella ni con su madre después del comportamiento tan mezquino que han tenido para con él.
No sabemos que ocurriría con el tal Juan y si ella decía en realidad la verdad. No se trata de ninguna leyenda, si no de un caso real que según el Archivo de Cádiz de la Junta de Andalucía se inserta en el Protocolo 1 de la notaría 1 de Cádiz, del notario Juan de Gallegos. Real como la vida misma…
@ManoloDevesa