Probablemente si hace 40 años me llegan a decir que el nombre de Carrero Blanco iba a aparecer entre los temas más comentados en la España de 2017 a través de Twitter, no me lo hubiese creído. Cuatro décadas después, los chistes de Casandra Vera sobre el asesinato de la mano derecha de Franco lo ha convertido de nuevo en actualidad y son los responsables de que además la chica haya sido condenada a un año de prisión por este tipo de humor. Negro que lo llaman.
Sin embargo, si hacemos un breve repaso por la historia del humor negro en nuestro país, los mismísimos y geniales Tip y Coll ya tocaban este palo precisamente con Carrero Blanco como protagonista. En un libro titulado Tipycollorgía, apuntaban en torno a la muerte del Presidente: “De todos mis ascensos, el último fue el más rápido» y buscando por las redes la serie Aída, experta también en este tipo de humor ponían en boca del personaje de Eugenia, interpretado por la actriz Marisol Ayuso: «Con un abrigo igual seducí yo a Carrero Blanco, antes de que pegara el salto, claro… el salto a la política, digo«. No nos quedamos ahí: cuando en 1995 la banda terrorista ETA atentaba contra José María Aznar, unos meses después salió un disco llamado «Bombazo Mix» con la imagen de un actor que encarnaba al por entonces líder de la oposición.
El humor negro ha existido siempre y además con el solo objetivo de instalar la provocación, la polémica y la incomodidad a situaciones que simplemente no lo necesitan. ¿Justifica eso que siga existiendo hoy día? Desde luego que no. Si hace tres décadas los chistes de mariquitas y gangosos de Arévalo en el 1,2,3… despertaban las carcajadas de media España, hoy esa serie de chascarrillos no son desde luego igualmente recibidos. Nos resultan trasnochados y que ridiculizan al colectivo gay o a una anomalía a la hora de hablar.
«¡Arriba el humor y abajo el fascismo!» gritan algunos. Claro que estoy de acuerdo. Faltaría más. Pero siempre que el humor no tenga la ofensa como principal arma. Que no toque la sensibilidad de nadie porque no es esa la finalidad de un chiste. Adentrarse ahí es hacerlo en terrenos tan lastimosos como innecesarios. Porque sinceramente: ¿qué necesidad había de acordarse de un hombre asesinado hace cuarenta años que por edad ni la propia chica conocía? Claro que tiene derecho a hacer chistes de lo que ella crea conveniente. En la misma medida que acepte el riesgo que eso conlleva. Más sabiendo que este tipo de chascarrillos lo único que provocan es malestar y polémica.
Sin embargo, dicho esto e intentando sacar en conclusión algo sobre toda esta polémica, la desorbitada y ejemplarizante sentencia de Casandra ha servido para demostrar – si es que había alguna duda – que por desgracia y digan lo que digan, la justicia no es igual para todos. Y que existe ese doble rasero a la hora de aplicar la ley. Sobre todo existiendo algunos twitts incluso peores que los de Casandra sin ningún tipo de consecuencias. A ver si toman medidas con aquellos twitteros que tienen por norma atacar sistemáticamente a todo el que se ponga por delante: seas de izquierdas, derecha o centro.
@ManoloDevesa