Las redes sociales nos dan la oportunidad de mostrar o ver mostrados determinados momentos de nuestra vida diaria. Suculentos platos de comida, fotografías junto a nuestros ídolos o idílicos ratitos de diversión. Sin embargo y como todo en este mundo, también hemos descubierto su lado más oscuro. Aquel que nos ha llegado en algún momento a dañar la sensibilidad de la que por suerte mucha gente aún disfrutamos.
No recuerdo cuando fue la primera vez que en alguna red social vi de soslayo el vídeo de un maltrato a un animal. Ni cuando se me cayó el alma a los pies viendo como se maltrataba a un bebé o a un anciano. Nunca pude verlo entero. Ni siquiera cuando me requirieron un «Me Gusta» por la foto de alguna criatura con un claro problema de discapacidad. Decían que se hacía bajo el grito de la denuncia. Y créanme de verdad que muchas veces lo dudé. Sobre todo cuando era el mismo/a maltratador/a quien se jactaba en su vídeo de la hazaña realizada. Como cuando le daban a un bebe de meses un cigarro o cerveza. O emborrachaban a un pobre animal. Y en aquellos momentos siempre me recorría por el cuerpo la misma sensación: la deshumanización estaba por llegar.
Desde aquellos tiempos, que les he de confesar no son tan lejanos, la cosa ha variado para peor. La deshumanización de la sociedad no es lamentablemente ya la sospecha de nadie si no algo más que evidente. Ahora es hasta común ver vídeos de palizas entre niños alimentando más si cabe el grave problema del bullying escolar o ver como se ridiculiza a alguien mediante una fotografía sin el menor peso de conciencia.
Y esta misma semana era testigo de como el vídeo de los chicos que encontraban el cadáver entre los huecos de los bloques del baluarte de San Roque en Cádiz, pasaba de móvil a móvil a una velocidad alucinante. Como aquel de la mujer encontrada muerta en su domicilio después de muchos años. No somos conscientes del daño que hacemos con este tipo de actitudes y comportamientos. El derecho al honor después de muerto, el respeto a los que ya no están o a los familiares que pudieran existir. Nada de eso se tiene en cuenta ya. Vaya por delante que gracias a la valentía de los chicos se ha podido encontrar a una persona que tiene todo el derecho del mundo a ser enterrado y velado como el resto de los mortales.
Pero aun así, las redes sociales han sabido alimentar el ego de las personas dando protagonismo a quienes probablemente pasan desapercibidos en su vida diaria. Encuentran en ellas su anhelado minuto de gloria o en muchos casos la atención que no les brindan en casa. En la redes lo primordial es ser el primero en hacer rodar la enorme bola de nieve que un día nos acabará por estrujar a nosotros mismos. Y que eso encima se convierta en viral.
Los insultos que hace unas semanas se vertían sobre Bimba Bosé de una violencia y falta de sensibilidad absolutamente devastadora es solo un ejemplo más de esa deshumanización de la que les hablo. Es igual que cuando ha fallecido algún torero y se le han dedicado toda clase de horrendos twitts. Siempre me ha parecido coherente defender a las dos partes: a la víctima por supuesto. Pero también a esa otra gente que solo mira por defender el derecho de los animales. No son ellos quienes dedican esa sarta de atrocidades a alguien que ya no existe si no los seres deshumanos que dispuestos a soltar por las teclas de su móvil toda la frustración contenida aprovechan cualquier ocasión para dar rienda suelta a su maldad infinita.
Menos mal que a veces cuando observo que alguien viene rebosando adrenalina dispuesto a hacer partícipe de su último «hallazgo» viral, compruebo que hay gente dispuesta todavía a no formar parte de ello. Entonces respiro algo aliviado pensando en que aun hay esperanzas de que esa deshumanización no sea lo suficientemente fuerte como para contagiar al resto de la sociedad.
@ManoloDevesa