Con los temas de la fe hay ser prudentes. Porque como en cualquier aspecto de la vida se comparta o no, el respeto debe estar presente siempre. Hoy les vengo a contar una de esas noticias que uno ve en la hemeroteca del periódico de la ciudad y le sorprenden: el milagro que San Antonio vivía en 1951.

Seguramente los gaditanos que andaban aquel domingo 4 de noviembre de 1951 por la plaza de San Antonio para ver regresar a la Virgen de Fátima tras recorrer toda la provincia no eran conscientes de lo que iban a vivir.

Imaginen el titular: Un paralítico gaditano sale andando en San Antonio. Según se hacía eco Diario de Cádiz, Pablo un chico que llevaba veintidós años en una silla de ruedas a causa de un accidente casero que lo dejó paralítico recuperó el movimiento en sus piernas durante la jornada Mariana. Pero no queda ahí la cosa. De pasar más de dos décadas en una silla de ruedas, el hormigueo que sintió en sus piernas lo hizo levantarse y subir y bajar escaleras ante el asombro de los presentes.

No quisiera quitar méritos a un hecho con el que mucha gente puede alimentar su fe o la credibilidad a algo que llegó a ser noticia en un periódico como el antes mencionado. Pero tampoco puedo mirar hacia otro lado e ignorar la realidad que España vivía en aquella época. Tiempo donde la Iglesia y el Gobierno se daban la mano. Tiempos de nacionalcatolicismo donde uno debía pararse en medio de la calle para besar la mano de un sacerdote o una España en la que la confirmación formaba parte de los requisitos para poder acceder a un trabajo.

¿Fraude o realidad? Como siempre apunto cada vez que hablo de temas tan espinosos como éstos, no me muestro totalmente cerrado ante ningún hecho. A menos que efectivamente no existan las suficientes pruebas capaces de tirar por tierra la opinión que defienda.

@ManoloDevesa