El hasta hace solo unas semanas Secretario General del PSOE Pedro Sánchez, anunciaba ayer la renuncia de su escaño de diputado para no desobedecer al Comité Federal de su partido en su decisión de abstenerse para dar el Gobierno a Mariano Rajoy. Lo hacia además en una imagen completamente inaudita.
Lo hacía con lágrimas en los ojos. Lágrimas de impotencia por no entender como el partido rival de la derecha con la que nunca han tenido nada que ver, con los que han protagonizado sus polémicas antes de que los de PODEMOS las borraran con las suyas y a quienes negaron por activa y por pasiva que fueran a darles el Gobierno, decidieran finalmente otorgárselo a través de su abstención.
Sus lágrimas probablemente eran las de un socialista desengañado, como las que seguramente muchos de los que votaron al partido de Felipe Gonzalez soltaron cuando vieron la corrupción habida en la etapa de Roldán, de Filesa y ese largo etcétera o como nos sentimos los andaluces con los famosos ERE en Andalucía.
Aunque es verdad que las amargas lágrimas de Sánchez bien podrían venir por la impotencia de su mala gestión. Si hay algo que Pedro tenía claro era su NO a los populares, algo con lo que la mayoría de los socialistas estaban de acuerdo. Pero ante esa decisión estaba la necesidad de otras alternativas. Y fue la falta de ellas lo que fue metiendo a Sánchez en un fango del que le ha sido imposible salir.
Sin embargo y con el gesto ayer de su renuncia al escaño de diputado, Sánchez ha sabido sacar la cabeza un poco de ese fango que lo ha arrastrado hasta su actual situación. Lo ha hecho para demostrar su respeto a los votantes desengañados por una decisión sin precedentes y reivindicar además un nuevo PSOE que él mismo ha dicho está dispuesto a reconstruir.
El futuro de Sánchez es incierto. No sabemos si sus buenas intenciones de coser el terrible roto producido en el PSOE prosperará. Si no es asi, para unos quedará como la persona que tuvo bloqueada España durante cerca de un año. Para otros sin embargo, quedará pese a los fallos en su gestión como el último político coherente, de palabra y fiel a sus ideas. Y eso en estos tiempos no es ninguna tontería.
@ManoloDevesa