En Febrero de 1942, al alcalde de Cádiz Don Alfonso Moreno Gallardo se enfrentaba a algo especialmente complicado y peligroso. La ciudad sufría una epidemia de tifus causada por lo que se denominó el «piojo verde». Debe ser por eso que temiendo a que aquello se fuera de las manos, mandó a detener y desparasitar a todos los hombres y mujeres que presentasen señales de desaseo personal animando además a que la ciudadanía denunciase a todo aquel que presentasen signos de suciedad. Quizás una propuesta no demasiado popular pero más que habitual por aquellos tiempos. De nuevo los pobres, en el centro de todas las miradas.

El piojo verde no era el mismo que los más pequeños sufrían en sus cabelleras. Aunque también corrían el riesgo de poder contagiarse así. El «pediculus corporis» medía unos tres milímetros de largo y lejos de ser verde, su color era un blanco sucio. Se alimentaban de la sangre y vivían alrededor de un mes y medio. Lo más habitual era que la hembra pusiese los huevos en la propia ropa de las personas por lo que es difícil de localizar.
El miedo a que aquello se convirtiera en algo absolutamente devastador empujó al Consistorio a instalar una sección de duchas en el albergue para mendigos que por entonces se encontraba en la plaza de la Merced.
@ManoloDevesa