Es una de mis preguntas más repetidas ¿Cómo puedo marearme bebiendo con todo lo que meo?. El verano tiene lo que tiene: terracitas a cada metro cuadrado, tiempo bueno y encima aquí en Cádiz, chiringuitos por doquier. Vamos, que más de un mojito, un gintonic o los maravillosos cócteles que cada vez con más arte se preparan en la ciudad terminan cayendo. En definitiva, que nuestro riñón al igual que nuestra cartera, nota cuando el verano ha llegado. Y nuestra visita al lavabo en estos menesteres aumenta. ¿Por qué?
Lo primero que pensamos es que si vamos más al baño cuando bebemos es por estar ingiriendo líquido. ¡Mec! ¡Error! Al parecer es todo lo contrario ya que el alcohol deshidrata. Sí, como lo lee. El alcohol no solo se encarga de sacar nuestro lado más desihinibido sino también de impedir regular la cantidad de agua en la sangre, labor que hace nuestro cuerpo habitualmente. Y precisamente por eso mismo, cuando los riñones notan más actividad de lo normal, nos avisan con más ganas de orinar. Pero aquí no acaba la cosa, porque debido a esta «deshidratación», el alcohol se va a pronunciar más sobre nuestro organismo.
