Este año parece que las navidades se presentan dispuestas a atragantarnos el turrón. La nula capacidad de nuestros políticos para llegar a un acuerdo y ponerse a trabajar de una puñetera vez amenazan con la posibilidad de unas terceras elecciones que puede hacernos acabar en un colegio electoral el 25 de diciembre. ¡En plena resaca navideña! Y así, entre polvorón y polvorón nos encontraríamos privados de este entrañable día haciendo recuentos para que luego los mismos que ya lo han hecho dos veces anteriormente, no vuelvan a ponerse de acuerdo y nos emplacen a Carnaval o Semana Santa. Esto puede convertirse en una especie de bucle del cuál no salgamos nunca.
¡Cuánto he maldecido siempre las mayorías absolutas! Pero desde luego si esto sigue así voy a empezar a añorarlas. Porque está claro que si esperamos a que los partidos se vayan a olvidar de los sillones y el poder que tanto les ciega, estamos aviados. Si vamos a esperar que al igual que cuando se sentaron para hablar de la Constitución de 1978, todos los partidos pongan de su parte para hacer frente a este tiempo político nuevo, nos podemos quedar esperando.
Que bien puestos se ponen todos y que habilidad tienen para escoger de entre las múltiples lecturas que puede hacerse en la noche electoral, la que más les conviene. Los que ganan, a pesar del segundo peor resultado de su historia – hablo del PP – se asoman al balcón al más puro estilo Pepe Isbert en «Bienvenido Mr. Marschall» no sé muy para qué porque saben de sobra que ya ganar no es sinónimo de gobernar. Y los que han quedado por debajo del ganador, escogen la muy socorrida lectura del «ya sabemos lo que el pueblo ha elegido y es una alternativa al Gobierno» en la que por supuesto se incluyen ellos.
La pelota sobre la posibilidad de unas nuevas elecciones se encuentra ahora mismo en el tejado de Pedro Sánchez, ese hombre con complejo de santo incapaz de reconocer un solo error suyo y por lo tanto de hacer autocrítica en probablemente la peor crisis del PSOE en toda su historia. El mismo por cierto al que tantas cosas buenas le debe la sociedad española. No lo olvidemos. Las malas, ya la saben también.
La situación es difícil e insólita. Sin embargo y a juzgar por sus últimas declaraciones, Pedro Sánchez se resiste a ni siquiera abstenerse – apoyarlo sería incoherente – y por lo tanto concederle el Gobierno a Rajoy. Que en serio uno mira hacia atrás y lo ve hasta normal. Razones no le faltan. No se puede entender como un partido tan sacudido por la corrupción puede obtener esos resultados. Pero es eso lo que parte del pueblo ha decidido votar. Uno debe ser inteligente y mirar al presente y sobre todo al futuro. La posibilidad de que el PP gobierne sin mayoría abre la posibilidad a un cambio. Una nueva etapa política donde se puede tener más controlado al partido de la Gurtel o Bárcenas. Seamos coherentes y por mucho que nos cueste aceptarlo, ningún partido tiene los suficientes votos como para plantearse gobernar España. No queda si no trabajar duro, demostrar que la oposición es algo más que un «No» a todo lo que el Gobierno diga, transmitir el verdadero esfuerzo y la vocación que estoy seguro muchos políticos poseen. Ganarse el sillón más allá de pegar cuatro gritos en plena campaña desde un atril.
El verdadero problema de este país es que el esfuerzo siempre nos lo pidieron a nosotros. El sudor siempre fue el nuestro. Nunca supieron lo que es sudar la camiseta. Por eso, en el momento en que el esfuerzo lo han tenido que hacer ellos, han fracasado. Si España se enfrenta a unas terceras elecciones, auguro un resultado nefasto, una abstención histórica y un ganador absoluto. Entonces, os podéis ir olvidando de los cambios, de los tiempos nuevos ni como decía mi sabia abuela, de pollas en vinagre.
@ManoloDevesa