No seré yo quien defienda el creciente y asombroso excentricismo del señor Carlos Herrera y su nula capacidad para ser medianamente imparcial en su programa de radio. Él, que se fue según cuentan de Onda Cero porque no se sentía cómodo con lo que laSexta (perteneciente al mismo grupo) hacía con el Gobierno de Mariano Rajoy. Por eso decidió marcharse a la emisora episcopal y hacer lo mismo que laSexta pero con la izquierda. Supongo que en esos lares se siente más cómodo…
Pero no vengo a hablarles de mi opinión sobre el almeriense del cuál guardo excelentes recuerdos de su etapa en Canal Sur y primeros años de Onda Cero cuando no había decidido situarse ideológica y públicamente en ningún extremo. Pero la polémica que ha rodeado al veterano locutor me ha servido para hablarles de dos cosas que ya tenía ganas: la gratuidad de insultos y ataques existentes en las redes sociales y sobre todo de probablemente el puesto más desagradecido del mercado laboral: el de camarero.

Carlos Herrera publicaba hace tres días un tweet elogiando el buen hacer de los trabajadores de La Cafetería Plaza de Sanlúcar en Cádiz. Lejos de agradecer que alguien valore positivamente a probablemente uno de los oficios más duros y desagradecidos del mercado laboral, los de siempre – no los de izquierdas o derechas – si no aquellos que solo esperan a que abras la boca para rebatirte absolutamente todo a base de insultos y ataques totalmente injustificables salten como políticos cuando ven algún beneficio económico de por medio. Que Herrera se busque cada mañana motivos suficientes que provoquen las críticas que provoca no es motivo de que cualquier cosa que diga sea criticable. Una vez más, y con el afán de rizar el rizo de la demagogia más barata, un tweet para agradecer al final se convierte en el escenario de todo un campo de batalla. Herrera entra al trapo… Él sabrá…
«Este verano quiero sacarme unas perras, a ver si busco algo aunque sea de camarero» Como si ese oficio donde mientras tú estás poniéndote como el quico con esa actitud chulesca de quien confunde el sector servicios con la esclavitud más primitiva estuviese al alcance de todos. ¿Cuántas veces habremos escuchado esa frase? Camarero… Una vez leí que todo el mundo debería serlo alguna vez en la vida. Es cierto. Sobre todo para que antes de chasquear los dedos para llamarlos, antes de suspirar exageradamente mirando al techo porque su cervecita no llega a su mesa o pedirle lo que quiere sin ni siquiera mirarlo a la cara, uno pudiese ponerse en la piel de quien no se siente un animal al que hay que llamar con soniditos o siseos. Para entender que si la cerveza tarda no es porque pase de servirla sino porque el trabajo se le acumula y aunque lo parecen, no son máquinas. Ya sé que no es su problema. El de él tampoco. Va a cobrar la misma mierda a final de mes. Y sobre todo para que durante las fácilmente diez horas que puede echar un camarero trabajando pueda experimentar la bonita sensación de que hay un sector al menos de la sociedad capaces de valorar su trabajo.
Por eso, que alguien como Carlos Herrera con (de acuerdo) esa estampa de señorito andaluz, tenga el bonito detalle de valorar positivamente el trabajo impagable de los que trabajan en hostelería no es si no para quitarse el sombrero y no entrar en una batalla dialéctica a ver quien dice la gilipollez más grande. Al final y sin que sirva de precedentes, Herrera va a tener razón y va a haber más tontos que botellines…
@ManoloDevesa