La última barbacoa

Si cierro los ojos puedo distinguir perfectamente el olor tan peculiar del carbón, de los filetitos y las toneladas de pinchitos y hamburguesas que se abrasan al son del Levante, casi siempre presente en los veranos de nuestra ciudad. Si cierro los ojos huelo a la diversión sana de familias enteras que se acomodan en las arenas de nuestras playas para vivir una noche diferente en compañía de amigos con el único objetivo de pasarlo bien y aliviar las calores estivales. Si cierro los ojos, puedo escuchar el bullicio de una ciudad viva donde no solo las doradas arenas de sus playas reciben a numerosos visitantes. Los bares, restaurantes y el paseo rojiblanco se ven ocupados de curiosos que acuden a ver el ambiente de la noche del Trofeo.
Con el tiempo, esos sentidos capaces de dejar en mí sensaciones tan entrañables para el recuerdo, serían los mismos que despertarían después otro tipo de impresiones, más frías y prescindibles. Cuando cerraba los ojos, el olor a alcohol y desenfreno habían ultrajado al tan apetecible aroma de las brasas y tortillas caseras. Las sábanas que con tanto arte protegían a las típicas sombrillas con el objetivo de hacer frente a la humedad de la noche, habían dado paso a sofás en plena playa que luego eran abandonados al lado de las papeleras y el ambiente sano y saludable de aquellos 90 se habían convertido en un clon de los de cualquier ciudad de costa donde los guiris con su nariz rojiza y botella en mano, se disponían a dar rienda suelta a toda la pasión y los excesos que en su país de origen seguro que se les prohibía.
Y en medio de todo aquel tinglado en que se había convertido una fiesta tan familiar como la nuestra, como siempre el interés político de fondo. El mismo que con el ansia del egocentrismo más puro se apuntó a eso del libro Guiness y en 2005, las Barbacoas de nuestra ciudad la pisaban 250.000 personas.
Morir de éxito. El fin de las barbacoas de nuestro Trofeo no es si no la prueba de que se puede morir de éxito. Claro que me gusta que a mi ciudad vengan cuanta más gente mejor pero con un límite y sabiendo que publico nos interesa tener. ¿Cuándo fue el momento en que después de ponerse medallitas por su éxito abrumador dejó de interesar seguir trabajando por ella? Yo se lo voy a decir: desde que esto se fue de las manos y desde que una fiesta familiar como la que había sido siempre, acabó convirtiéndose en un macrobotellón en la arena. Sin lugar para ese público que la levantó de la nada: el familiar, el de los amigos que quieren pasar un buen rato y no beber como descocidos.
Las consecuencias no pudieron ser más nefastas porque en 2011, la playa de La Victoria llegó a perder su bandera azul debido a unos análisis de sus aguas al día siguiente de la celebración. ¿Qué hicieron para hacer frente a esto? Acotar las zonas para las barbacoas de tal manera que cada vez era más imposible tener un terrenito en el que poder pasar la noche. La falta de ofertas en la noche del Trofeo que cada vez perdía más protagonismo con un Cádiz por los suelos terminaron de rematarla.
Hoy Cádiz celebrará las últimas barbacoas con la mirada puesta ya en la alternativa del año que viene. A ver qué se les ocurre. De momento, una serie de conciertos amenizarán la velada esta noche. Pues ya ha habido quejas de los vecinos de la zona. Así, imposible levantar cabeza.
@ManoloDevesa

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