Cuando la bomba atómica despertó a Hiroshima

Seis de Agosto de 1945. Son las ocho y cuarto de la mañana, hora local. La Segunda Guerra Mundial vive sus últimos días mientras que Hiroshima que se despierta ignorando que algo que está a punto de ocurrir la situará desgraciadamente en el centro de las miradas del mundo entero, piensa en rendirse.

El avión Enola Gay, un B-29 estadounidense, deja caer sobre la ciudad a 590 metros de altura una bomba atómica sobre ella. En cuestión de segundos y ante una sensación de infinita impotencia, la ciudad japonesa queda destruida dando lugar a una cantidad indecente de víctimas mortales: más de 100.000 muertos. No serían los únicos ya que el paso del tiempo y los terribles efectos de la radiación se cobrarían muchos más.

Tres días después, es Nagasaki la que vive en sus carnes la crueldad de una bomba de plutonio llamada «Fat Man» que destruye la ciudad dejando multitudinarias víctimas a su paso. La muerte, el terror y el espanto tienen nombre propio: Harry Truman, presidente de Estados Unidos, encargado de dar la orden. Tanto una como otra viven momentos de extrema crudeza. En Hiroshima, la terrible confusión no permite a la gente entender qué está pasando y por qué tanta gente está muriendo. Aquella mañana además del Enola Gay, la ciudad es sobrevolada por dos B-29 más, uno de ellos encargado de fotografiar el ataque.

Antes de la masacre, la bomba atómica ya había probado sus daños en Nuevo México un mes antes. Los daños generados por la explosión habían vaporizado una torre de acero de 30 metros de altura y había fundido la mismísima arena de su alrededor a su paso. Por lo cuál se conocían ya sus terribles efectos. Las radiaciones térmicas volatilizaban a millares de personas resultando horriblemente carbonizadas y el fuerte viento producto de la propia fuerza de la bomba arrancaban los vestidos y la propia piel de los cuerpos de las víctimas. En solo unos segundos, Hiroshima se vio morir: establecimientos, oficinas y casas cayeron sobre miles de personas. Pero lo peor vino luego, cuando los efectos de la bomba comenzaron a cobrarse la vida de muchos japoneses más dejando en ellos secuelas imborrables de por vida. Días después y tal como ya se barajaba antes de la tragedia, el Imperio japonés se rinde poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.

@ManoloDevesa

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