No situaremos en la década de 1830, tiempo en el que Torcuato Benjumeda, conocido ya por ser el arquitecto de la Catedral nueva, propone un cuadrilátero neoclásico a modo de plaza porticada dórica. «La plaza» como así la conocemos los gaditanos está asentada sobre el solar de lo que antes era el convento de los Descalzos. Y así, el mercado se inaugura en 1838. A lo largo sel siglo siguiente y teniendo en cuenta las limitaciones de la época, el Mercado será blanco de cuantiosas reformas dejando a un lado su servicio para carga y descargas de carros y mercancías y la celebración de fiestas y espectáculos.
El 11 de diciembre de 1926 siendo un proyecto en realidad del anterior alcalde Agustín Blazquez y con Ramón de Carranza ya en la alcaldía, Juan de Talavera comienza la obra respetando la antigua estructura con columnas dóricas de cuatro metros pero construyendo el pabellón central, lugar en donde hoy están los puestos de pescado. El alcalde intenta por todos los medios agilizar unas obras que costarán alrededor de 10.607.247,68 pesetas. La zona exterior se finaliza el 1 de noviembre de 1927. El edificio, a finales de 1929.
Para su puesta en marcha y con el objetivo de analizar la calidad de las frutas y hortalizas, el alcalde contrata a un veterinario y por razones de higiene, los vendedores deberán llevar una especie de bata blanca con manguitos. Por entonces, las mercancías no reposaban solo sobre los puestos sino también sobre el suelo.
Muchos años después y con Teofila Martínez en la alcaldía de Cádiz, el Mercado es sometido a una intensa obra de rehabilitación durante tres largos años. Y como siempre suele ocurrir en nuestra ciudad, con las excavaciones de las obras, aparecen 17 esqueletos enterrados en una fosa común, que se entiende pertenecían al primitivo convento de los franciscanos existente en el solar.
Es en octubre de 2009, cuando el Mercado Central reabre sus puertas totalmente renovado. El mercado cuenta en la actualidad con más de un centenar de puestos entre frutas y verduras, pescados y mariscos, carnes, ultramarinos, pan y pastelería, aceitunas, bolsas y papel y hasta artículos de pesca. Una cafetería se sitúa en la planta primera.
Como novedad en los últimos años y tras su visible remodelación, la plaza tiene ahora también su rincón gastronómico poblado de pequeños puestos que son en realidad bares de tapas. Por eso mismo, su horario se ha ampliado a las tardes y hasta casi la medianoche gracias al envidiable ambiente que se ha creado en torno a este histórico edificio visitado no solo por numerosos turistas sino por la mayoría de los propios gaditanos.
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@ManoloDevesa